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domingo, 11 de mayo de 2014

Cuarto Domingo de Pascua 2014

Domingo 11 de mayo de 2014


Cuarto Domingo de Pascua

​El discípulo escucha la voz de su Pastor, le sigue y vive en plenitud
Evangelio: ​San Juan 10,1-10

​En la pedagogía bíblico-espiritual de la Iglesia, la alegoría del Buen Pastor se proclama el cuarto domingo de Pascua porque quiere ayudarnos a tomar conciencia de que Jesús es el Pastor que dio su propia vida para darnos vida y ahora está en medio de nosotros conduciéndonos en la historia como Señor Resucitado. Cuando los primeros cristianos comenzaron a representar a Jesús, la imagen más frecuente fue la del Buen Pastor, que encontramos en las pinturas parietales de las catacumbas. Allí se muestra a Jesús como aquel que ha venido para ocuparse de la humanidad perdida, como el que se preocupa de todo hombre y quiere llevarlo de nuevo a Dios.

Esta bellísima imagen de Jesús “Buen Pastor” indica el cuidado incansable cómo él se la juega toda por nosotros y nos describe también el estilo de “Vida Nueva Pascual” que caracteriza a todo discípulo(a) de Jesús.

Y este estilo de vida, el de un amor incondicional y signado por la entrega de la Cruz, es la que debe caracterizar a todo discípulo de Jesús, particularmente a aquellos que –en nombre del Señor- guían las comunidades.

Dispongámonos ahora para entrar en la Lectio de Juan 10,1-10, ambientándonos primero con algunas líneas del contexto pastoril y luego observando las características del pastor por excelencia, Jesús, y su relación con las ovejas. Tengamos presente que éste es un texto que habla a la Iglesia y a cada discípulo en particular. Para la Iglesia, es un “recorderis” de cómo los “pastores” deben parecerse a Jesús, motivados siempre por el amor y, como él también, haciéndose educadores de la libertad en el Espíritu Santo. A cada discípulo en particular le recuerda cuáles son los elementos distintivos que dinamizan el “seguimiento” del Señor.

Para que entendamos la importancia que tiene en la Biblia el tema del Pastor, es bueno que refresquemos un poquito el contexto.

Los beduinos del desierto nos dan hoy una idea de los era en otro tiempo la vida cotidiana en las tribus de Israel: en esta sociedad, la relación entre pastor y rebaño no es únicamente de tipo económico, basada en el interés, en el provecho que el pastor le pueda sacar a sus ovejas para subsistir él y su familia: sacarla la lana, beber su leche, hacer deliciosos asados con su carne, venderlas cuando necesita dinero, etc. En otras palabras no es una relación de “propiedad”.

En el mundo de la Biblia, como sucede también hoy con los beduinos del desierto, entre el pastor y su rebaño se desarrolla una relación casi personal. Día tras día se la pasan juntos en lugares solitarios mirándose el uno al otro, sin nadie más en el entorno. El pastor termina conociendo todo sobre cada oveja y cada oveja reconoce y distingue, entre todas, la voz de su pastor, que habla con ella con frecuencia.

Precisamente porque la relación entre el Pastor y sus ovejas representaba una de las relaciones más estrechas que se podían observar en la cotidianidad de un israelita, se explica por qué Dios utiliza este símbolo para expresar su relación con su pueblo elegido y con toda la humanidad.

Uno de los Salmos más bellos del salterio describe la seguridad que una oveja tenía con su pastor. Pero esto vale también para las relaciones humanas, de ahí que en la Biblia el título de pastor también se le dé, por extensión, también a todos aquellos que imitan la premura, la dedicación de Dios por el bienestar de su pueblo. Por eso a los reyes en los tiempos bíblicos se les llama pastores, igualmente a los sacerdotes y en general a todos los líderes del pueblo.

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