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Emisora Vida Nueva

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Vida Nueva Cali - Reproductor

jueves, 31 de marzo de 2016



Jueves 31 de marzo- octava de Pascua
EVANGELIO
Está escrito que Cristo tenía que padecer y tenía que resucitar
de entre los muertos al tercer día.
Del Evangelio según san Lucas 24, 35-48
Cuando los dos discípulos regresaron de Emaús y llegaron al sitio donde estaban reunidos los apóstoles, les contaron lo que les había pasado en el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Mientras hablaban de esas cosas, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Ellos, desconcertados y llenos de temor, creían ver un fantasma. Pero Él les dijo: “No teman; soy yo. ¿Por qué se espantan? ¿Por qué surgen dudas en su interior? Miren mis manos y mis pies. Soy yo en persona. Tóquenme y convénzanse: un fantasma no tiene ni carne ni huesos, como ven que tengo yo”. Y les mostró las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creer de pura alegría y seguían atónitos, les dijo: “¿Tienen aquí algo de comer?”. Le ofrecieron un trozo de pescado asado; Él lo tomó y se puso a comer delante de ellos.
Después les dijo: “Lo que ha sucedido es aquello de que les hablaba yo, cuando aún estaba con ustedes: que tenía que cumplirse todo lo que estaba escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos”.
Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras y les dijo: “Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto”.

Palabra del Señor.


“USTEDES SON TESTIGOS DE ESTO”
Verdad: El discurso que sigue a la curación del paralítico en la puerta del templo, se presenta como precioso testimonio del poder liberador de Cristo resucitado. Es por su acción que se recobra la salud y se obtiene la salvación. Y aunque hayamos tenido culpa en su muerte y crucifixión, Dios nos da tiempo y oportunidad para convertirnos y aceptar al Resucitado como nuestro Dios y Señor. En Él son perdonados nuestros pecados, para poder participar de la vida nueva que Él nos ofrece en la restauración universal al final de los tiempos.
La aparición del Resucitado a los Once apóstoles y demás compañeros que estaban reunidos en Jerusalén, manifiesta los efectos de la resurrección, no sólo en su cuerpo glorificado y ahora libre de ataduras de tiempo y espacio, sino también en la paz y la alegría que Él puede ahora comunicar a sus discípulos, para capacitarlos para la misión que les aguarda. No hay motivo para el temor: una vez comprendido el sentido de las Escrituras, hay que salir a llevar por doquier el Evangelio del Resucitado, su oferta de perdón y salvación universal.
Camino: ¿Quién es Jesús para mí: un fantasma, un superhéroe, un ser humano cualquiera, o el Maestro vivo y resucitado que quiere hacerme su testigo?
Vida: Señor Jesús: que quieres que tu propuesta de salvación llegue a los confines de la tierra, ayúdame a cumplir mi parte en esta tarea de la Iglesia. Amén. 


miércoles, 30 de marzo de 2016



Miércoles 30 de marzo_ octava de Pascua
EVANGELIO
Lo reconocieron al partir el pan.
Del Evangelio según san Lucas 24, 13-35
El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los discípulos estaban velados y no lo reconocieron. Él les preguntó: “¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?”.
Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que ha sucedido en estos días en Jerusalén?”. Él les preguntó: “¿Qué cosa?”. Ellos le respondieron: “Lo de Jesús el nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que Él sería el libertador de Israel y, sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las mujeres, pero a Él no lo vieron”.
Entonces Jesús les dijo: “¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así entrara en su gloria?”. Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a Él.
Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, Él hizo como que iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer”. Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero Él se les desapareció. Y ellos se decían el uno al otro: “¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!”.
Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron: “De veras ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón”.
Entonces ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor.


ENCONTRAR A CRISTO EN LA PALABRA Y LA EUCARISTÍA
Verdad: La primera lectura narra la curación del paralítico en la puerta “Hermosa” del templo, por obra de Cristo resucitado a través de Pedro y Juan. De esta manera queda claro que el testimonio del Resucitado no sólo se debe dar con la palabra, sino también con obras y signos del poder amoroso de Dios. Como el mismo Jesús lo había hecho, y según las instrucciones dadas a los apóstoles cuando los envió en misión, hay que proclamar y demostrar que en la resurrección de Cristo ha irrumpido el Reino de Dios.
El bello relato de la aparición del Resucitado a los discípulos de Emaús, es un icono del itinerario de fe que estamos llamados a recorrer todos los seguidores de Jesús. En efecto, en el camino de nuestra vida tenemos que saber reconocer la presencia del Maestro que se acerca, hace arder nuestro corazón con su Palabra, nos nutre con su amor y se queda con nosotros en la Eucaristía, para que salgamos de inmediato a llevar su Evangelio, a comunicar el gozo de su presencia que da sentido y plenitud a nuestra esperanza.
Camino: ¿He aprendido a reconocer a Cristo resucitado que viene a mi encuentro y quiere acompañarme en el camino hacia la fe?

Vida: Señor Jesús: que sales siempre a mi encuentro en el camino de la vida, enardece mi corazón con tu Palabra y quédate conmigo en la Eucaristía. Amén. 







l concluir el Via Crucis que presidió este Viernes Santo alrededor del Coliseo Romano acompañado de miles de fieles, el Papa Francisco rezó una oración que escribió especialmente para esta ocasión titulada “Oh Cruz de Cristo”.
A continuación el texto completo de la plegaria del Santo Padre:
Oh Cruz de Cristo, símbolo del amor divino y de la injusticia humana, icono del supremo sacrificio por amor y del extremo egoísmo por necedad, instrumento de muerte y vía de resurrección, signo de la obediencia y emblema de la traición, patíbulo de la persecución y estandarte de la victoria.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo alzada en nuestras hermanas y hermanos asesinados, quemados vivos, degollados y decapitados por las bárbaras espadas y el silencio infame.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los rostros de los niños, de las mujeres y de las personas extenuadas y amedrentadas que huyen de las guerras y de la violencia, y que con frecuencia sólo encuentran la muerte y a tantos Pilatos que se lavan las manos.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los doctores de la letra y no del espíritu, de la muerte y no de la vida, que en vez de enseñar la misericordia y la vida, amenazan con el castigo y la muerte y condenan al justo.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ministros infieles que, en vez de despojarse de sus propias ambiciones, despojan incluso a los inocentes de su propia dignidad.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los corazones endurecidos de los que juzgan cómodamente a los demás, corazones dispuestos a condenarlos incluso a la lapidación, sin fijarse nunca en sus propios pecados y culpas.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los fundamentalismos y en el terrorismo de los seguidores de cierta religión que profanan el nombre de Dios y lo utilizan para justificar su inaudita violencia.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los que quieren quitarte de los lugares públicos y excluirte de la vida pública, en el nombre de un cierto paganismo laicista o incluso en el nombre de la igualdad que tú mismo nos has enseñado.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los poderosos y en los vendedores de armas que alimentan los hornos de la guerra con la sangre inocente de los hermanos.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los traidores que por treinta denarios entregan a la muerte a cualquier persona.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ladrones y en los corruptos que en vez de salvaguardar el bien común y la ética se venden en el miserable mercado de la inmoralidad.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los necios que construyen depósitos para conservar tesoros que perecen, dejando que Lázaro muera de hambre a sus puertas.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los destructores de nuestra «casa común» que con egoísmo arruinan el futuro de las generaciones futuras.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ancianos abandonados por sus propios familiares, en los discapacitados, en los niños desnutridos y descartados por nuestra sociedad egoísta e hipócrita.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en nuestro mediterráneo y en el Mar Egeo convertidos en un insaciable cementerio, imagen de nuestra conciencia insensible y anestesiada.
Oh Cruz de Cristo, imagen del amor sin límite y vía de la Resurrección, aún hoy te seguimos viendo en las personas buenas y justas que hacen el bien sin buscar el aplauso o la admiración de los demás.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ministros fieles y humildes que alumbran la oscuridad de nuestra vida, como candelas que se consumen gratuitamente para iluminar la vida de los últimos.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en el rostro de las religiosas y consagrados –los buenos samaritanos– que lo dejan todo para vendar, en el silencio evangélico, las llagas de la pobreza y de la injusticia.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los misericordiosos que encuentran en la misericordia la expresión más alta de la justicia y de la fe.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en las personas sencillas que viven con gozo su fe en las cosas ordinarias y en el fiel cumplimiento de los mandamientos.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los arrepentidos que, desde la profundidad de la miseria de sus pecados, saben gritar: Señor acuérdate de mí cuando estés en tu reino.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los beatos y en los santos que saben atravesar la oscuridad de la noche de la fe sin perder la confianza en ti y sin pretender entender tu silencio misterioso.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en las familias que viven con fidelidad y fecundidad su vocación matrimonial.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los voluntarios que socorren generosamente a los necesitados y maltratados.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los perseguidos por su fe que con su sufrimiento siguen dando testimonio auténtico de Jesús y del Evangelio.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los soñadores que viven con un corazón de niños y trabajan cada día para hacer que el mundo sea un lugar mejor, más humano y más justo.
En ti, Cruz Santa, vemos a Dios que ama hasta el extremo, y vemos el odio que domina y ciega el corazón y la mente de los que prefieren las tinieblas a la luz.
Oh Cruz de Cristo, Arca de Noé que salvó a la humanidad del diluvio del pecado, líbranos del mal y del maligno. Oh Trono de David y sello de la Alianza divina y eterna, despiértanos de las seducciones de la vanidad. Oh grito de amor, suscita en nosotros el deseo de Dios, del bien y de la luz.
Oh Cruz de Cristo, enséñanos que el alba del sol es más fuerte que la oscuridad de la noche. Oh Cruz de Cristo, enséñanos que la aparente victoria del mal se desvanece ante la tumba vacía y frente a la certeza de la Resurrección y del amor de Dios, que nada lo podrá derrotar u oscurecer o debilitar. Amén.

martes, 29 de marzo de 2016

Reflexion Evangelio 29 de Marzo 2016

29 Mar 2016
Octava de Pascua

Blanco



Del Evangelio según san Juan 20, 11-18

PASAR DE LA TRISTEZA A LA ALEGRÍA
Verdad: La primera lectura reporta la última parte del discurso de Pedro el día de Pentecostés, donde insiste en que la resurrección de Cristo fue la manifestación del poder de Dios a través del cual constituyó Señor y Mesías a quien las autoridades, y en cierta manera todo el pueblo, habían crucificado. Al mismo tiempo, el texto hace referencia a la reacción del auditorio, pues las palabras de Pedro habían tocado el corazón, por eso preguntan: ¿Qué tenemos que hacer? La respuesta presenta el camino: conversión y bautismo.
La aparición del Resucitado a María Magdalena, en el Evangelio, pone en evidencia una inicial dificultad de su parte para reconocer al Maestro vivo. Las lágrimas de su tristeza le impiden realizar dicho reconocimiento. Se hace necesario que el Resucitado la llame por su nombre, para que finalmente entienda y lo descubra bajo el aspecto de quien ella tomaba por un jardinero. Y tras la profesión de su fe, sigue el compromiso: ir a contar a los discípulos que había visto al Señor resucitado, y empezar a difundir su Palabra.
Camino: ¿Qué realidades hoy nos impiden reconocer a Cristo resucitado entre nosotros: tristeza, afán de bienes materiales, consumismo?
Vida: Señor Jesús: que llamaste a María Magdalena por su nombre y le encomendaste una misión, ayúdame a reconocerme también llamado y enviado.

Amén.

lunes, 28 de marzo de 2016

Reflexion del Evangelio según san Mateo 28, 8-15

28 Mar 2016
Octava de Pascua
Blanco



Reflexion del Evangelio según san Mateo 28, 8-15
“CORRIERON A DAR LA NOTICIA”
Verdad: Con la fuerza del Espíritu, los apóstoles dan valiente testimonio de Jesucristo resucitado, como lo recuerda la primera lectura de hoy. El discurso de Pedro el día de Pentecostés hace una lectura de la historia sagrada, interpretándola desde el misterio pascual de Cristo, que llevó a cumplimiento y plenitud todas las promesas de salvación contenidas en las Sagradas Escrituras y en la historia. En Cristo, Dios manifestó su fidelidad en el amor, y mostró en Él el sendero de la vida y la fuente de alegría en su presencia.
Mateo narra la aparición del Resucitado a las mujeres, que habiendo ido al sepulcro, al encontrarlo vacío, corrieron a toda prisa a llevar la feliz noticia al resto de los discípulos. En esas entusiastas mujeres reconocemos a tantas personas que siguen siendo hoy valientes y generosos testigos de Cristo, aún en situaciones de rechazo y hasta persecución. Pues así como en el primer momento los enemigos quisieron distorsionar la verdad, también hoy hay quienes pretenden negar la verdad de la resurrección y acallar su fuerza liberadora.
Camino: ¿Reconozco en la resurrección del Señor, una prueba evidente del amor de Dios por mí, y de su fidelidad a las promesas de salvación?
Vida: Padre misericordioso: que cumpliste tus promesas al resucitar de la muerte a tu Hijo, permíteme ser signo y testimonio fiel de tu amor.
Amén. 

domingo, 27 de marzo de 2016

DOMINGO DE PASCUA 2016

Misa del Día
Resucitó de veras mi amor y mi esperanza
Gozo-Testimonio-Misericordia


Ha llegado la Pascua, anunciada y preparada, dispuesta y celebrada con fe por una comunidad que, en el Año de la Misericordia, reconoce en cada obra de Dios una revelación de su amor infinito, una manifestación del poder del amor y de la fuerza de la esperanza.

1. Gozo

Contrasta esta palabra con la realidad del mundo en el que vivimos. Hay demasiadas luchas, demasiadas violencias, demasiadas desesperanzas, pero sobre todo ese panorama confuso descuella, luminosa y alegre la luz del Cirio Pascual sobre el que hemos trazado las cifras que distinguen este Año de Gracia y en el que hemos escrito que Jesús Resucitado es el Señor de la Historia y el Salvador de todos.

La Pascua fue, en otro tiempo, la reconstrucción de un momento grandioso para Israel, que fue su salida de Egipto, como lo escuchamos anoche en la Vigilia. 

Aquella Pascua primera de la Iglesia empieza con el caos en el que estaba Jerusalén tras la muerte de Jesús. El Templo arruinado, frustrada, con seguridad, la fiesta de las casas por el impacto de los sucesos. No se ha profundizado mucho en la búsqueda de testimonios diversos a los de los apóstoles para retratar el amanecer de ese primer día de la semana, de ese primer domingo.

En la pequeña comunidad de los amigos de Jesús, la noticia de la victoria es tan humana: asombro, incertidumbre, sorpresa, alegría sin fin acallada por aquello en lo que insiste San Juan: el miedo a los judíos84. En medio de ese temor, qué gozo acoger nuevamente al Señor, qué alegría verlo nuevamente.  Santa Laura Montoya en su autobiografía cuenta una reacción suya ante la imagen del Resucitado hoy hace exactamente 120 años: “¡Qué hermoso vuelves! No ha sido un sueño aquel terrible, sangriento leño, aquellas horas de cruel dolor?”

Por eso luego, el mismo San Lucas nos cuenta la alegría que desbordaba el corazón de aquel puñado de apóstoles, de las mujeres y por qué no, de María, la Madre, como para indicarnos que hemos de ser testigos de esa victoria y contarla sin cesar a todos, anunciarla sin descanso al mundo.

2. Testimonio

Dar testimonio de la Resurrección es, entonces, nuestra tarea, hermanos amadísimos. No podemos reservarnos esta misión o reducirla simplemente a lo que otros puedan hacer en la experiencia evangelizadora.

Nuestra vida debe ser el primero y más evidente de los signos de la resurrección, porque el mundo no puede ver otro rostro de Jesús Resucitado que el rostro de los que en Él creen y esperan, por más bellas que puedan ser las imágenes que lo quieren representar.

El Resucitado, no es entonces una bella estatua ni un cuadro sublime en el que los artistas han puesto sus mejores talentos, el Resucitado es la cabeza de un cuerpo que se llama la Iglesia y que tiene como tarea esencial grabar en la faz de cada creyente y de cada ser humano los rasgos del Resucitado, esto es, el rostro de la alegría que consuela, el rostro del perdón que da comienzo a todo esfuerzo de paz, el rostro de la cercanía que hace que todo ser humano se sienta acogido y amado con respeto, con sinceridad, con la certeza de que Jesús dio su vida por una multitud que, dispersa por el mundo, que sin modo de ser contada con las cifras del hombre, debe conocer y amar a aquel Hombre Nuevo que es Dios con nosotros, que es el amor concreto y generoso que nos salva.

Sólo se puede testimoniar a partir de lo que se conoce. Por ello tras la celebración de la Pascua, la Iglesia nos va a enseñar a conocer a Jesús contándonos el testimonio que de Él dieron los Apóstoles y como prácticamente en cada página de los Hechos de los Apóstoles hay un anuncio explícito y gozoso de la gloria del Resucitado.

3. Misericordia

La Pascua del Año de la Misericordia literalmente debe ser la demostración del amor de Dios que acude presuroso en su Hijo y nuestro Hermano Jesús, Dios verdadero y hombre verdadero, agua viva para nuestra sed, pan de vida para nuestra hambre, vestidura de amor que cubre la humanidad, hospedaje tierno y amoroso, visita que libera a los que viven presos por el pecado.  

Jesús resucitado sigue obrando la misericordia. Consuela y enseña, sana y restaura, alimenta y aconseja; de modo que  aprendamos su lección de esperanza, de paciencia, de acogida bondadosa, de amor y preocupación por todos, como por ejemplo por los Discípulos de Emaús que, desconsolados y confusos ven como, tras encontrar al Señor en el camino, donde primero estaba el hielo del dolor y del desconcierto, surge luego una hoguera de amor, de alegría y de esperanza, como ala que deberíamos encender en tantos hermanos nuestros que sufren, que lloran, que no son amados, que no saben amar.

El mejor fruto de esta Pascua de la Misericordia es que no nos olvidemos que la Semana Santa ya no es una semana de actos y celebraciones sino un tiempo en el que cada celebración y cada experiencia de fe nos propone una tarea clara y sencilla: hacer que Jesús vivo llegue a nuestra vida para que por medio nuestro llegue a todos, despertando en el mundo una aurora de esperanza, una oportunidad para perdonar, para mostrar el buen camino, para vivir la fe.

Demos gracias a Dios por los Sacerdotes, los Discípulos de nuestros Seminarios, por los evangelizadores, los catequistas, los ministros de la Sagrada Liturgia, las comunidades comprometidas en la proclamación de la fe, los que con su trabajo llenaron de esplendor cada momento de nuestras fiestas pascuales, a los que merecen el testimonio de nuestra gratitud. Gracias a cuantos asistieron a todo lo que hemos celebrado, porque sin duda, seremos todos los evangelizadores de la misericordia y los testigos constantes de la vida de Jesús.

Saludemos, finalmente, a la Reina del Cielo y, salgamos a su encuentro, como bellamente se hace en algunas procesiones de este día, para contarle, no la noticia de la resurrección, porque Ella ya la sabe, sino la noticia de que nosotros, animados por su Hijo, salimos de inmediato a proclamar que el reina sobre la muerte, y que él nos invita a construir un mundo nuevo siendo Misericordiosos como el Padre.

Amén.

sábado, 26 de marzo de 2016

SABADO SANTO 2016

Resurrección del Señor
Noche santísima de Pascua.
Luz-bautismo-misericordia

Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Amadísimos hermanos en la fe:

Un gozo novedoso y lleno de esperanza inunda la Iglesia en esta noche santísima de la Victoria Pascual de Cristo, que estamos celebrando en esta Vigilia.

1. Luz

Iniciábamos nuestra fiesta pascual con un rito único: la bendición de la luz y la entronización del Cirio Pascual que representa a Cristo Resucitado. En medio de la noche, hicimos fuego, luego tomamos la luz y tras señalar sobre el Cirio las cifras que nos recuerdan que el tiempo es de Dios y que Cristo es el señor de la historia, la columna luminosa nos recordó que en medio de las tinieblas de la historia de hoy es la fe la lámpara que nos ilumina, es Jesús resucitado el que le comunica al creyente y a todos los hombres de buena voluntad que hemos comprendido que el amor misericordioso que hoy canta la Iglesia es la vida y la alegría que transforma y da sentido a la humanidad.

El Pregón Pascual cantaba algo novedoso, pero a la vez maravilloso: que Dios se acordó de su pueblo y que en una noche como esta superó definitivamente el prodigio que le dio la libertad a Israel con una victoria más grande incluso que el paso del Mar Rojo: la Resurrección de Jesús.

En efecto, cuando Jesús retorna de la muerte todo se hace nuevo. Es nueva la larga historia de la Creación que hemos escuchado76, el sacrificio de Isaac77, la salida de Egipto78, y se hacen realidad las profecías con las que Isaías, Ezequiel y Baruc nos fueron preparando para el anuncio con el que, finalmente San Pablo en la Carta a los Romanos, nos recordó que hoy ha vencido Jesús y que la alegría de encontrarlo que nos cuenta el Evangelio de san Lucas nos compromete a resucitar, es decir, a dejarnos llenar de la luz del que vive eternamente.

2. Bautismo

Y es que la luz de la pascua, la alegría de Jesús vivo hace que el hombre recreado, redimido, renovado, descubra en el signo con el que un día le acogieron en la Iglesia, el Bautismo, cuál es su vocación, cuál es su verdadero destino, cuál su máxima realización.

Renovaremos la gracia del Bautismo (e incluso algunos hermanos hoy mismo lo reciben en esta celebración) porque un día fuimos pasados por un Mar más luminoso que el Mar Rojo, Dios nos regaló en la Fuente Bautismal la dicha de ser su familia, sus hijos, su pueblo santo y elegido79, bendecido por Dios, elevado a la grandeza de un Sacerdocio de Reyes, precisamente porque un Rey, Jesús crucificado e inmolado por nosotros, protagonizó una lucha dramática, como lo cantaremos mañana en la secuencia de pascua al decir “lucharon vida y muerte en admirable duelo”80.

Incluso el Costado Abierto de Jesús en la Cruz, nos hizo pregustar esa fuente de agua viva en la que, lavados de nuestras culpas, se nos ha llamado a ser del todo nuevos, justos, alegres, comprensivos, solidarios, comunicadores de esperanza, de vida, de paz, de fe, de perdón y de amor sincero.

Un Bautizado no es simplemente una cifra en un registro parroquial ni un nombre en un elenco de pertenecientes a una religión. Nosotros no somos una serie de personas vinculadas a unas ideas del pasado sino una verdadera comunidad, un cuerpo vivo y dinámico que tienen que impregnar la cultura humana con la luz del Resucitado, que tiene que impregnar el mundo con una nueva manera de vivir que nos haga más fieles a Dios y más cercanos a todos.

El bautizado cree y espera, cree y ama, hace que su fe lo lance a llevar a todos la vida, la paz, la novedad de hacerlo todo al estilo de Jesús.

3. Misericordia

La Pascua del Año de la Misericordia es la celebración de la vida de Dios sembrada en el corazón de todos. Es permitir que la luz radiante del Resucitado venza las tinieblas del corazón, lave el dolor y el pecado, de sentido a cada persona, a cada familia de creyentes, a cuantos buscan a Dios y deben encontrarlo vivo y gozoso allí donde escogió manifestarse: en la Iglesia que nace, precisamente, de la Pascua de Jesús, de la muerte dolorosa seguida del silencio del sepulcro y derrotada en el momento en el que el Hijo amado de Dios revestido de una vida nueva, luminosa, extraordinaria, nos sale al encuentro enarbolando su bandera de paz.

La Pascua es un canto al amor de Dios, a la bondadosa misericordia con  la que Jesús, saliendo de la muerte, viene al encuentro de cada persona, invitándonos a todos a una vida más fiel y más alegre. 

Es una bondad que nos invita a “no buscar entre los muertos al que vive”81, como les dicen los varones de blancos vestidos al grupo de Discípulas que, encabezadas por Santa María Magdalena, la queridísima beneficiaria del perdón misericordioso, madrugaron a cumplir una obra de misericordia, la que honra a los difuntos y son llamadas a realizar otra tan hermosa como aquella: enseñar, proclamar a todos que Jesús vive.

Es esta nuestra gran tarea. Para ello nos hemos dispuesto en estos días santísimos, para ello han trabajado con amor tantas personas, los Sacerdotes, los evangelizadores, los catequistas, los ministros de la Sagrada Liturgia, las comunidades comprometidas en la proclamación de la fe, los que con su trabajo llenaron de esplendor cada momento de nuestras fiestas pascuales, a los que merecen el aplauso agradecido por lo que nos han ayudado a celebrar con tanto amor.

Nuestra misión es decirle al mundo que Jesús vive, que el reina sobre la muerte, que él nos invita a construir la vida siendo Misericordiosos como el Padre.

Finalmente, antes de proseguir con la gracia Bautismal y con la Comunión del cuerpo y la sangre del Resucitado, felicitemos a María, la Madre del Señor y digámosle: Reina del Cielo, alégrate83, porque en tu Hijo Resucitado se ha manifestado para todos el amor misericordioso que da la vida al mundo. 

Amén.

viernes, 25 de marzo de 2016

VIERNES SANTO 2016

Solemne Acción Litúrgica en la Muerte del Señor
Cruz-Sacrificio-Misericordia.


Esta tarde santísima la Iglesia está en silencio y en adoración delante del Crucificado, delante de la experiencia suprema de la Misericordia Divina, ante la expresión sublime del amor que lo entrega todo.

1. Cruz

El relato de la pasión de Cristo puede ser proclamado según Isaías, según el Salmo 31, según la Carta a los Hebreos, según el admirable relato de San Juan. En estos sagrados textos hay un signo común al que cantaremos enseguida las mejores notas de la Iglesia: la Cruz, que además es proclamada con títulos bellísimos. 

Esta “árbol resplandeciente y hermoso, engalanado con la púrpura del Rey”21 es, al tiempo estrado desde el que el Siervo Doliente anuncia su gloria, trono desde el que el Rey coronado de espinas entrega su Espíritu al Padre, ara del sacrificio pascual perfecto y único, tribuna de la misericordia en la que se nos retrata la proporción del amor verdadero.

Para el creyente, la cruz es bandera, signo y sobre todo escalera por la que baja hasta el pecador el amor que perdona y por la que el pecador perdonado se acerca a la gloria, incluso en presencia de María, la Reina y Madre que desde allí, precisamente, se nos ofrece como compañía y como consuelo.

2. Sacrificio

Y es que es el sacrificio redentor el que ahora se conmemora. Es el amor de Dios que escogió este lenguaje admirable para decirnos cuánto nos ama y que para rescatar al pecador se hace necesaria una ofrenda que es más rica y más grande porque es un acto de entrega libre y voluntaria que nos está diciendo con que actitud debemos acercarnos al que sufre, debemos curar heridas, abrir puertas, trazar caminos, para que la humanidad recupere su dignidad y su original belleza, lavada con amor con el amor de Cristo.

Es en este sacrificio que luego se perpetúa en la Eucaristía, donde encuentra apoyo el esfuerzo de los creyentes que quieren construir un mundo mejor, pues el amor entregado de tal modo nos compromete a ofrecer al caído, al mancillado, al humillado, la compasión redentora de Jesús para levantarle, para iluminarle, para devolverle la alegría que el mundo le niega.

Es sacrificio verdadero  no simplemente lo que se entrega sino lo que se ilumina a la luz del amor de Cristo. Allí radica la diferencia que hace de las experiencias humanas de solidaridad un canto al amor cuando se iluminan con la claridad de la fe, cuando se hacen “por Cristo, con Él y en Él”22

3. Misericordia

El amor de la Cruz, el amor del sacrificio de Jesús, es ahora y aquí la expresión de la Misericordia. La muerte de Jesús no es, por lo tanto, una tragedia horrorosa, a pesar de su crueldad, es la decisión voluntaria del Hijo que se da por amor, que sabe que su cuerpo destrozado sobre el madero es la bandera que Dios ha elegido para indicarnos que lo que amamos ha de pasar siempre por la experiencia de negarnos a nosotros mismos para abrirnos al hermano, de vencer nuestros rencores para que reine el perdón, de crucificar en el madero nuestras indolencias para sentir con Jesús que el precio del amor se vuelve luz, que de las heridas del Siervo Doliente salen ríos de paz, que el Costado Abierto de Jesús es, literalmente la “puerta santa” que nos permite ver la luz y la alegría.

Oh Jesús, rey en el trono de la Cruz: que por tu entrega amorosa podamos humanizar la historia, podamos llenarla del amor de Dios, podamos vencer el odio que nos despedaza y podamos sentir que en el Sacrificio de la Cruz se hace viva la Misericordia que ha puesto el corazón destrozado del Señor como dulzura que sana los muchos corazones heridos por el desamor.

Amén.

miércoles, 23 de marzo de 2016

JUEVES SANTO

Jueves Santo

Misa en la Cena del Señor

Amor-Eucaristía-Misericordia

Cuando las sombras de la tarde caían sobre Jerusalén, los discípulos convocados por su Maestro suben a la sala preparada, y, hallándolo todo dispuesto, se ponen a la mesa para un doble banquete: el de la frugal cena de Pascua, el del espléndido banquete de palabras y signos con el que Jesús les entrega su corazón.

1. Amor

Donde reina el amor y la unidad, allí está Dios, dice un cántico que se acostumbra en este día. Es el amor la expresión más grande del corazón humano. El amor, más allá de las meras experiencias sentimentales, es el reflejo de la solicitud con la que Dios nos acompaña, con la que invitó al Pueblo Elegido de Israel a sacrificar un cordero y a compartir en una cena pascual la noticia de su liberación, como lo escuchábamos en la primera lectura.  

Es el amor el que hace que “el sacrificio de alabanza” del que habla el Salmo 115-14 para dar gracias al señor por el bien que nos ha hecho, sea la expresión del amor con el que “el hijo de tu Sierva” ofrezca el sacrifico de su amor inefable anticipado en el pan y el vino de la Cena.

Es el amor el mandato que se hace concreto en el signo del Lavatorio con el que Jesús no sólo se pone a los pies de la humanidad, sino que nos enseña a hacernos servidores por amor, es decir, a darle sentido divino a cada gesto que resalte que somos hermanos. Que es la intención del lavatorio, que no dramatiza la Cena  sino que nos insinúa un gesto de comunión.  Es el amor, en definitiva, el que ha motivado toda una larga historia que a partir de la tarde santa de esta Cena se empieza a manifestar de un modo más pleno en la vida de Jesús dada a todos, entregada por todos, ofrecida a todos.

2. Eucaristía

Precisamente en esta celebración (en esta tarde), en esta Cena Pascual, ha querido Jesús dejarnos su corazón en el Sacramento que no sólo recibiremos sino que más tarde adoraremos en silencioso coloquio: La Eucaristía.La humanidad tiene un hambre constante, no saciada. No es sólo la ausencia dramática de pan, es el pan dramáticamente partido en un mundo sin afecto, sin solidaridad, sin ternura. 

Es aquí donde adquiere todo su esplendor la idea novedosa, el amor maravilloso con el que Cristo asume su vida como ofrenda y como presencia que nos ilumina, como lo enseñaba el insuperable Santo Tomás de Aquino: 

“al nacer se nos dio como amigo, en la cena como alimento, al morir como rescate, y al reinar, como premio”.

Esta Cena llena de luz la Jerusalén sobre la que ya extienden no solo las sombras de la noche sino también la dulzura del misterio con el que se cierran los ritos del Viejo Testamento y empieza a ofrecerse el nuevo Cordero, en la nueva Alianza, en el nuevo rito, abierto ahora a infinitos comensales, a esos muchos, imposibles de contar, a los que quiere Jesús alimentar.

Después de comulgar a Jesús, él va hacia el Sagrario que hemos preparado. Esta procesión evoca no su captura en la noche santa de su pasión, sino su constante camino hacia nosotros, hacia nuestra vida, hacia nuestra sed y nuestra hambre de amor y de esperanza. Jesús no quedará encarcelado, es más, nunca ha estado tan libre como ahora como cuando viene a buscar las manos vacías de la humanidad, para llenarlas con la plenitud de su presencia.

3. Misericordia

Una de las obras de misericordia es alimentar. Precisamente, tras comprender que el amor se ha hecho eucaristía, entendemos porqué Jesús quiere ser el pionero en esta bondadosa disponibilidad tan generosa y admirable. 

Hoy, tras enseñar a sus discípulos cómo las tradiciones del viejo Israel se renuevan y se transforman, hoy cuando el Cordero Nuevo, se dispone a su sacrificio que se consuma en la cruz, Jesús ha enseñado también que en el amor servicial y disponible se encontrará el nuevo distintivo para el Pueblo de Dios que nacerá de su costado.

Pero es hoy también, cuando nos manda a prolongar en los siglos esta Santísima Cena, invitando al banquete del amor a todos, saciando con generosidad el hambre concentrado de muchos corazones, haciendo presente una justicia verdadera que no se quede en resentimientos llenos de amargura, sino que propicie gestos de amor que alimenten la vida, que nos enseñen a ser más hermanos, que nos comprometan a vivir más fraternalmente y en una paz que transforme la vida y le dé una calidad verdadera a la existencia humana iluminada por la fe.

La Fiesta Pascual apenas se abre verdaderamente. Con amor y con fe haremos de la Eucaristía el signo más vivo del amor misericordioso, aprendiendo la lección magistral de caridad, de esperanza, de alegría con la que Jesús vive su Cena Postrimera, la primera cena de la Nueva Alianza.

En el Año de la Misericordia la Cena de Jesús es elocuente en todos sus signos. Es amor puesto de rodillas para lavar el corazón del hombre, es amor que se hace sacrificio de alabanza para elevar las manos a Dios colmadas con la alegría de darnos, de ser hermanos.

En esta Cena santísima, pidamos que no nos falte el amor que nos une, que no nos falte el pan que nos alimenta, que no nos falte un corazón misericordioso que ofrezca vida y paz a todos. 

Que la Madre de la Misericordia, la que, como pensamos, más que amasar el pan de la Cena, acunó en sus brazos a Cristo, Pan de Vida, nos ayude a celebrar con la vida este encuentro con el Amor-Eucaristía que es Misericordia de Dios. Amén.

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