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Vida Nueva Cali - Reproductor

sábado, 7 de mayo de 2016



8 DE MAYO

VIDA NUEVA

Fiesta de la Ascensión del Señor
Nuestra esperanza en la vida futura
Hechos 1, 1-11: «Fue levantado en presencia de ellos»
Salmo 47(46): «Dios asciende entre aclamaciones, el Señor al son de trompetas».
Efesios 1,17-23: «Lo sentó a su derecha en el cielo»
San Lucas 24,46-53: «Mientras los bendecía, iba subiendo al cielo»
La Pascua es un acontecimiento en tres dimensiones: la Resurrección del Señor, su Ascensión al cielo y Pentecostés (el Espíritu Santo enviado por el Señor).
Últimamente las liturgias dominicales han puesto énfasis en la Resurrección. Este Domingo celebramos la Ascensión, y en el texto de los Hechos de los Apóstoles leemos el relato histórico de los últimos momentos de Cristo en la tierra, precediendo su vuelta al cielo.
Cuando los israelitas cantaban el salmo 47(46), pensaban en la solemne colocación del arca sobre la montaña del templo: «Dios asciende entre aclamaciones, el Señor, al son de trompetas». Nosotros lo cantamos aclamando al Señor Jesús, Dios y hombre, a quien hoy celebramos glorificado a la derecha el Padre. Este es el «trono sagrado» de Jesucristo.
El mensaje de San Pablo a los efesios quiere inspirar nuestra esperanza cristiana. Esperanza es confiar firmemente en la realización de las promesas de Dios al hombre: total liberación y felicidad en Cristo. El Apóstol subraya la causa de nuestra Esperanza: la Promesa ya se realizó en la humanidad de Jesús, que resucitó de entre los muertos y que entró al cielo delante de nosotros. Ya que somos seguidores de Cristo por gracia, debemos seguirlo, después de la muerte, en su viaje final a la gloria.
En el Evangelio, la fiesta de la Ascensión del Señor nos recuerda el hecho de nuestra futura ascensión al cielo. Nuestra resurrección después de la muerte es una verdad esencial de nuestra fe cristiana. No sólo inmortalidad de nuestras almas, sino también de nuestros cuerpos. Toda la persona entrará en la eternidad, como lo hizo Jesús.
Esto nos trae a la idea de nuestra vida después de la muerte, y la idea del cielo y la eternidad. Es muy difícil para nosotros imaginar nuestra vida más allá de la muerte, ya que sólo tenemos la limitada experiencia de vivir de acuerdo con tiempo y lugar, mientras que Dios y el cielo y la vida eterna no tienen tiempo y lugar en el sentido terreno. Desprendámonos de nuestra imaginación al tratar de estos hechos que están más allá de nuestra experiencia. S. Pablo dice: «Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman».
Renunciemos a tratar de entender los «cómos», los detalles externos, y apeguémonos a la fe substancial de la Iglesia. Creemos que después de la muerte encontramos a Dios. Morimos entre las manos misericordiosas de Dios. Creemos que  nuestra persona entera -cuerpo y alma- serán llenados con la propia felicidad y plenitud de Dios. Creemos que esta plenitud es perdurable y siempre renovada.
Algunas preguntas para meditar durante la semana:
1. ¿Cuáles son los deseos y esperanzas que gobiernan mi vida?
2. En algunos de tus momentos de silencio u oración, dedícate a pensar en el cielo y en la eternidad.


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