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Emisora Vida Nueva

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Vida Nueva Cali - Reproductor

jueves, 30 de junio de 2016


jueves 30 de junio

Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Jueves XIII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 9,1-8): En aquel tiempo, subiendo a la barca, Jesús pasó a la otra orilla y vino a su ciudad. En esto le trajeron un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: «¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados». Pero he aquí que algunos escribas dijeron para sí: «Éste está blasfemando». Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados —dice entonces al paralítico—: ‘Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’». Él se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres.
Comentario: Rev. D. Francesc NICOLAU i Pous (Barcelona, España)
«Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa»
Hoy encontramos una de las muchas manifestaciones evangélicas de la bondad misericordiosa del Señor. Todas ellas nos muestran aspectos ricos en detalles. La compasión de Jesús misericordiosamente ejercida va desde la resurrección de un muerto o la curación de la lepra, hasta perdonar a una mujer pecadora pública, pasando por muchas otras curaciones de enfermedades y la aceptación de pecadores arrepentidos. Esto último lo expresa también en parábolas, como la de la oveja descarriada, la didracma perdida y el hijo pródigo.

El Evangelio de hoy es una muestra de la misericordia del Salvador en dos aspectos al mismo tiempo: ante la enfermedad del cuerpo y ante la del alma. Y puesto que el alma es más importante, Jesús comienza por ella. Sabe que el enfermo está arrepentido de sus culpas, ve su fe y la de quienes le llevan, y dice: «¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados» (Mt 9,2).

¿Por qué comienza por ahí sin que se lo pidan? Está claro que lee sus pensamientos y sabe que es precisamente esto lo que más agradecerá aquel paralítico, que, probablemente, al verse ante la santidad de Jesucristo, experimentaría confusión y vergüenza por las propias culpas, con un cierto temor a que fueran impedimento para la concesión de la salud. El Señor quiere tranquilizarlo. No le importa que los maestros de la Ley murmuren en sus corazones. Más aun, forma parte de su mensaje mostrar que ha venido a ejercer la misericordia con los pecadores, y ahora lo quiere proclamar.

Y es que quienes, cegados por el orgullo se tienen por justos, no aceptan la llamada de Jesús; en cambio, le acogen los que sinceramente se consideran pecadores. Ante ellos Dios se abaja perdonándolos. Como dice san Agustín, «es una gran miseria el hombre orgulloso, pero más grande es la misericordia de Dios humilde». Y en este caso, la misericordia divina todavía va más allá: como complemento del perdón le devuelve la salud: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa» (Mt 9,6). Jesús quiere que el gozo del pecador convertido sea completo.

Nuestra confianza en Él se ha de afianzar. Pero sintámonos pecadores a fin de no cerrarnos a la gracia.

miércoles, 29 de junio de 2016



Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: 29 de Junio: San Pedro y san Pablo, apóstoles
Texto del Evangelio (Mt 16,13-19): En aquel tiempo, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?». Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles Él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».
Comentario: Mons. Jaume PUJOL i Balcells Arzobispo de Tarragona y Primado de Cataluña (Tarragona, España)
«Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo»
Hoy celebramos la solemnidad de San Pedro y San Pablo, los cuales fueron fundamentos de la Iglesia primitiva y, por tanto, de nuestra fe cristiana. Apóstoles del Señor, testigos de la primera hora, vivieron aquellos momentos iniciales de expansión de la Iglesia y sellaron con su sangre la fidelidad a Jesús. Ojalá que nosotros, cristianos del siglo XXI, sepamos ser testigos creíbles del amor de Dios en medio de los hombres tal como lo fueron los dos Apóstoles y como lo han sido tantos y tantos de nuestros conciudadanos.

En una de las primeras intervenciones del Papa Francisco, dirigiéndose a los cardenales, les dijo que hemos de «caminar, edificar y confesar». Es decir, hemos de avanzar en nuestro camino de la vida, edificando a la Iglesia y confesando al Señor. El Papa advirtió: «Podemos caminar tanto como queramos, podemos edificar muchas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, alguna cosa no funciona. Acabaremos siendo una ONG asistencial, pero no la Iglesia, esposa del Señor».

Hemos escuchado en el Evangelio de la misa un hecho central para la vida de Pedro y de la Iglesia. Jesús pide a aquel pescador de Galilea un acto de fe en su condición divina y Pedro no duda en afirmar: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Inmediatamente, Jesús instituye el Primado, diciendo a Pedro que será la roca firme sobre la cual se edificará la Iglesia a lo largo de los tiempos (cf. Mt 16,18) y dándole el poder de las llaves, la potestad suprema.

Aunque Pedro y sus sucesores están asistidos por la fuerza del Espíritu Santo, necesitan igualmente de nuestra oración, porque la misión que tienen es de gran trascendencia para la vida de la Iglesia: han de ser fundamento seguro para todos los cristianos a lo largo de los tiempos; por tanto, cada día nosotros hemos de rezar también por el Santo Padre, por su persona y por sus intenciones.

martes, 28 de junio de 2016



Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Martes XIII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 8,23-27): En aquel tiempo, Jesús subió a la barca y sus discípulos le siguieron. De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas; pero Él estaba dormido. Acercándose ellos le despertaron diciendo: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!». Díceles: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?». Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza. Y aquellos hombres, maravillados, decían: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?».
Comentario: Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de Poblet (Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)
«Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza»
Hoy, Martes XIII del tiempo ordinario, la liturgia nos ofrece uno de los fragmentos más impresionantes de la vida pública del Señor. La escena presenta una gran vivacidad, contrastando radicalmente la actitud de los discípulos y la de Jesús. Podemos imaginarnos la agitación que reinó sobre la barca cuando «de pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas» (Mt 8,24), pero una agitación que no fue suficiente para despertar a Jesús, que dormía. ¡Tuvieron que ser los discípulos quienes en su desesperación despertaran al Maestro!: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!» (Mt 8,25).

El evangelista se sirve de todo este dramatismo para revelarnos el auténtico ser de Jesús. La tormenta no había perdido su furia y los discípulos continuaban llenos de agitación cuando el Señor, simplemente y tranquilamente, «se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza» (Mt 8,26). De la Palabra increpatoria de Jesús siguió la calma, calma que no iba destinada sólo a realizarse en el agua agitada del cielo y del mar: la Palabra de Jesús se dirigía sobre todo a calmar los corazones temerosos de sus discípulos. «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?» (Mt 8,26).

Los discípulos pasaron de la turbación y del miedo a la admiración propia de aquel que acaba de asistir a algo impensable hasta entonces. La sorpresa, la admiración, la maravilla de un cambio tan drástico en la situación que vivían despertó en ellos una pregunta central: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?» (Mt 8,27). ¿Quién es el que puede calmar las tormentas del cielo y de la tierra y, a la vez, las de los corazones de los hombres? Sólo quien «durmiendo como hombre en la barca, puede dar órdenes a los vientos y al mar como Dios» (Nicetas de Remesiana).

Cuando pensamos que la tierra se nos hunde, no olvidemos que nuestro Salvador es Dios mismo hecho hombre, el cual se nos acerca por la fe.

lunes, 27 de junio de 2016



Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Lunes XIII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 8,18-22): En aquel tiempo, viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre, mandó pasar a la otra orilla. Y un escriba se acercó y le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas». Dícele Jesús: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». Otro de los discípulos le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre». Dícele Jesús: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos».
Comentario: Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells (Salt, Girona, España)
«Sígueme»
Hoy, el Evangelio nos presenta —a través de dos personajes— una cualidad del buen discípulo de Jesús: el desprendimiento de los bienes materiales. Pero antes, el texto de san Mateo nos da un detalle que no querría pasar por alto: «Viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre...» (Mt 8,18). Las multitudes se reúnen cerca del Señor para escuchar su palabra, ser curados de sus dolencias materiales y espirituales; buscan la salvación y un aliento de Vida eterna en medio de los vaivenes de este mundo.

Como entonces, algo parecido pasa en nuestro mundo de hoy día: todos —más o menos conscientemente— tenemos la necesidad de Dios, de saciar el corazón de los bienes verdaderos, como son el conocimiento y el amor a Jesucristo y una vida de amistad con Él. Si no, caemos en la trampa de querer llenar nuestro corazón de otros “dioses” que no pueden dar sentido a nuestra vida: el móvil, Internet, el viaje a las Bahamas, el trabajo desenfrenado para ganar más y más dinero, el coche mejor que el del vecino, o el gimnasio para lucir el mejor cuerpo del país.... Es lo que les pasa a muchos actualmente.

En contraste, resuena el grito lleno de fuerza y de confianza del Papa Juan Pablo II hablando a la juventud: «Se puede ser moderno y profundamente fiel a Jesucristo». Para eso es preciso, como el Señor, el desprendimiento de todo aquello que nos ata a una vida demasiado materializada y que cierra las puertas al Espíritu.

«El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza (...). Sígueme» (Mt 8,22), nos dice el Evangelio de hoy. Y san Gregorio Magno nos recuerda: «Tengamos las cosas temporales para uso, las eternas en el deseo; sirvámonos de las cosas terrenales para el camino, y deseemos las eternas para el fin de la jornada». Es un buen criterio para examinar nuestro seguimiento de Jesús.

viernes, 24 de junio de 2016



DOMINGO 26 DE JUNIO

Decimotercer domingo del tiempo ordinario
Dios llama a cada persona diferentemente
1Reyes 19,16b.19-21: «Elíseo se levantó y marchó tras Elías»
Salmo 16(15): «El Señor es mi lote y mi heredad»
Galatas. 4,31b - 5,1.13-18: «Su vocación es la libertad»
San Lucas. 9, 51-62: «Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén...Te seguiré adonde  vayas”.
El tema litúrgico de hoy es la llamada de Dios a aquéllos que habrían de ser los discípulos, trabajadores del Reino
En el primer libro de los Reyes Dios llama a Eliseo por la palabra de Elías. La vocación de Elíseo es una buena introducción para entrar en la comprensión del evangelio de hoy. En efecto, san Lucas parece que ha querido tener como telón de fondo para explicar la relación entre Cristo y los discípulos, la relación entre Elías y Elíseo. La llamada, en el episodio de Eliseo no es tan radical. Sin embargo, la llamada del Evangelio (en la tercera lectura), es más radical: está dirigida por el Hijo de Dios en persona.
Con las palabras del salmo 16(15) ora la persona que sigue al Señor como bien absoluto.
Puede ser la plegaria de Elíseo, de la Iglesia. El Nuevo Testamento ha visto la misma plegaria de Cristo resucitado, entregado totalmente a la gloria del Padre y sentado a su derecha. Multitud de personas consagradas al Señor ha recitado este salmo en la liturgia de la Iglesia, como expresión de su propósito.
San Pablo, en la carta a los Gálatas, nos recuerda que hemos sido llamados por Dios a ser libres y nos explica qué es la verdadera libertad. Ser libres no es hacer el mal siempre que queremos, o seguir nuestro capricho, o nuestra carne o egoísmo. Ser libres es ponernos al servicio los unos de los otros, por amor.
El tema de la libertad de los cristianos es uno de los preferidos por el Apóstol San Pablo.
Es la libertad conquistada por Cristo, expresada y desarrollada en el amor. Esta libertad, la que viene del Espíritu, es la que libera de la esclavitud de la carne y del egoísmo. De aquí que haya que caminar por donde quiere el Espíritu, rechazando los deseos de la carne.
A fin de aceptar la llamada a seguir a Jesús debemos ser muy libres. Este es el mensaje del Evangelio de hoy, expuesto por medio de tres ejemplos:
El primero: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas». Y Jesús le muestra que su camino implica sacrificio y prontitud para aceptar durezas y humillaciones.
El segundo: aquí Jesús toma la iniciativa: «Ven conmigo». El presunto seguidor interpone una razonable causa de retraso. Pero Jesús no la toma en cuenta: cuando es Dios mismo que llama directamente, los retrasos son inaceptables. Dios cuidará de los negocios aparentemente
El tercero: «Seré tu seguidor, Señor, pero primero déjame despedirme de mis familiares».
Pero Jesús lo reprende, no porque sea malo despedirse de los suyos, sino porque percibía que el hombre estaba apegado a su pasado y a su familia.
Algunas preguntas para pensar durante la semana
1. ¿Te reconoces a ti mismo en uno -o más- de los tres ejemplos de seguidores de Jesús?
2. ¿En cuál? ¿Por qué?



Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: 24 de Junio: El Nacimiento de san Juan Bautista
Texto del Evangelio (Lc 1,57-66.80): Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan». Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre». Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Él pidió una tablilla y escribió: ‘Juan es su nombre’. Y todos quedaron admirados.

Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues ¿qué será este niño?». Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él. El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.
Comentario: Rev. D. Joan MARTÍNEZ Porcel (Barcelona, España)
«El niño crecía y su espíritu se fortalecía»
Hoy, celebramos solemnemente el nacimiento del Bautista. San Juan es un hombre de grandes contrastes: vive el silencio del desierto, pero desde allí mueve las masas y las invita con voz convincente a la conversión; es humilde para reconocer que él tan sólo es la voz, no la Palabra, pero no tiene pelos en la lengua y es capaz de acusar y denunciar las injusticias incluso a los mismos reyes; invita a sus discípulos a ir hacia Jesús, pero no rechaza conversar con el rey Herodes mientras está en prisión. Silencioso y humilde, es también valiente y decidido hasta derramar su sangre. ¡Juan Bautista es un gran hombre!, el mayor de los nacidos de mujer, así lo elogiará Jesús; pero solamente es el precursor de Cristo.

Quizás el secreto de su grandeza está en su conciencia de saberse elegido por Dios; así lo expresa el evangelista: «El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel» (Lc 1,80). Toda su niñez y juventud estuvo marcada por la conciencia de su misión: dar testimonio; y lo hace bautizando a Cristo en el Jordán, preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto y, al final de su vida, derramando su sangre en favor de la verdad. Con nuestro conocimiento de Juan, podemos responder a la pregunta de sus contemporáneos: «¿Qué será este niño?» (Lc 1,66).

Todos nosotros, por el bautismo, hemos sido elegidos y enviados a dar testimonio del Señor. En un ambiente de indiferencia, san Juan es modelo y ayuda para nosotros; san Agustín nos dice: «Admira a Juan cuanto te sea posible, pues lo que admiras aprovecha a Cristo. Aprovecha a Cristo, repito, no porqué tú le ofrezcas algo a Él, sino para progresar tú en Él». En Juan, sus actitudes de Precursor, manifestadas en su oración atenta al Espíritu, en su fortaleza y su humildad, nos ayudan a abrir horizontes nuevos de santidad para nosotros y para nuestros hermanos.

24 DE JUNIO NACIMIENTO DE SAN JUAN BAUTISTA

Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: 24 de Junio: El Nacimiento de san Juan Bautista
Texto del Evangelio (Lc 1,57-66.80): Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan». Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre». Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Él pidió una tablilla y escribió: ‘Juan es su nombre’. Y todos quedaron admirados.

Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues ¿qué será este niño?». Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él. El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.
Comentario: Rev. D. Joan MARTÍNEZ Porcel (Barcelona, España)
«El niño crecía y su espíritu se fortalecía»
Hoy, celebramos solemnemente el nacimiento del Bautista. San Juan es un hombre de grandes contrastes: vive el silencio del desierto, pero desde allí mueve las masas y las invita con voz convincente a la conversión; es humilde para reconocer que él tan sólo es la voz, no la Palabra, pero no tiene pelos en la lengua y es capaz de acusar y denunciar las injusticias incluso a los mismos reyes; invita a sus discípulos a ir hacia Jesús, pero no rechaza conversar con el rey Herodes mientras está en prisión. Silencioso y humilde, es también valiente y decidido hasta derramar su sangre. ¡Juan Bautista es un gran hombre!, el mayor de los nacidos de mujer, así lo elogiará Jesús; pero solamente es el precursor de Cristo.

Quizás el secreto de su grandeza está en su conciencia de saberse elegido por Dios; así lo expresa el evangelista: «El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel» (Lc 1,80). Toda su niñez y juventud estuvo marcada por la conciencia de su misión: dar testimonio; y lo hace bautizando a Cristo en el Jordán, preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto y, al final de su vida, derramando su sangre en favor de la verdad. Con nuestro conocimiento de Juan, podemos responder a la pregunta de sus contemporáneos: «¿Qué será este niño?» (Lc 1,66).

Todos nosotros, por el bautismo, hemos sido elegidos y enviados a dar testimonio del Señor. En un ambiente de indiferencia, san Juan es modelo y ayuda para nosotros; san Agustín nos dice: «Admira a Juan cuanto te sea posible, pues lo que admiras aprovecha a Cristo. Aprovecha a Cristo, repito, no porqué tú le ofrezcas algo a Él, sino para progresar tú en Él». En Juan, sus actitudes de Precursor, manifestadas en su oración atenta al Espíritu, en su fortaleza y su humildad, nos ayudan a abrir horizontes nuevos de santidad para nosotros y para nuestros hermanos.

jueves, 23 de junio de 2016


JUEVES 23 DE JUNIO

Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Jueves XII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 7,21-29): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’. Y entonces les declararé: ‘¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!’.

»Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina».

Y sucedió que, cuando acabó Jesús estos discursos, la gente quedaba asombrada de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas.
Comentario: Rev. D. Joan Pere PULIDO i Gutiérrez Secretario del obispo de Sant Feliu (Sant Feliu de Llobregat, España)
«No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos»
Hoy nos impresiona la afirmación rotunda de Jesús: «No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial» (Mt 7,21). Por lo menos, esta afirmación nos pide responsabilidad en nuestra condición de cristianos, al mismo tiempo que sentimos la urgencia de dar buen testimonio de la fe.

Edificar la casa sobre roca es una imagen clara que nos invita a valorar nuestro compromiso de fe, que no puede limitarse solamente a bellas palabras, sino que debe fundamentarse en la autoridad de las obras, impregnadas de caridad. Uno de estos días de junio, la Iglesia recuerda la vida de san Pelayo, mártir de la castidad, en el umbral de la juventud. San Bernardo, al recordar la vida de Pelayo, nos dice en su tratado sobre las costumbres y ministerio de los obispos: «La castidad, por muy bella que sea, no tiene valor, ni mérito, sin la caridad. Pureza sin amor es como lámpara sin aceite; pero dice la sabiduría: ¡Qué hermosa es la sabiduría con amor! Con aquel amor del que nos habla el Apóstol: el que procede de un corazón limpio, de una conciencia recta y de una fe sincera».

La palabra clara, con la fuerza de la caridad, manifiesta la autoridad de Jesús, que despertaba asombro en sus conciudadanos: «La gente quedaba asombrada de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas» (Mt 7,28-29). Nuestra plegaria y contemplación de hoy, debe ir acompañada por una reflexión seria: ¿cómo hablo y actúo en mi vida de cristiano? ¿Cómo concreto mi testimonio? ¿Cómo concreto el mandamiento del amor en mi vida personal, familiar, laboral, etc.? No son las palabras ni las oraciones sin compromiso las que cuentan, sino el trabajo por vivir según el Proyecto de Dios. Nuestra oración debería expresar siempre nuestro deseo de obrar el bien y una petición de ayuda, puesto que reconocemos nuestra debilidad.

-Señor, que nuestra oración esté siempre acompañada por la fuerza de la caridad.

miércoles, 22 de junio de 2016


Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Miércoles XII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 7,15-20): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis».
Comentario: + Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret (Vic, Barcelona, España)
«Por sus frutos los reconoceréis»
Hoy, se nos presenta ante nuestra mirada un nuevo contraste evangélico, entre los árboles buenos y malos. Las afirmaciones de Jesús al respecto son tan simples que parecen casi simplistas. ¡Y justo es decir que no lo son en absoluto! No lo son, como no lo es la vida real de cada día.

Ésta nos enseña que hay buenos que degeneran y acaban dando frutos malos y que, al revés, hay malos que cambian y acaban dando frutos buenos. ¿Qué significa, pues, en definitiva, que «todo árbol bueno da frutos buenos (Mt 7,17)»? Significa que el que es bueno lo es en la medida en que no desfallece obrando el bien. Obra el bien y no se cansa. Obra el bien y no cede ante la tentación de obrar el mal. Obra el bien y persevera hasta el heroísmo. Obra el bien y, si acaso llega a ceder ante el cansancio de actuar así, de caer en la tentación de obrar el mal, o de asustarse ante la exigencia innegociable, lo reconoce sinceramente, lo confiesa de veras, se arrepiente de corazón y... vuelve a empezar.

¡Ah! Y lo hace, entre otras razones, porque sabe que si no da buen fruto será cortado y echado al fuego (¡el santo temor de Dios guarda la viña de las buenas vides!), y porque, conociendo la bondad de los demás a través de sus buenas obras, sabe, no sólo por experiencia individual, sino también por experiencia social, que él sólo es bueno y puede ser reconocido como tal a través de los hechos y no de las solas palabras.

No basta decir: «Señor, Señor!». Como nos recuerda Santiago, la fe se acredita a través de las obras: «Muéstrame tu fe sin las obras, que yo por las obras te haré ver mi fe» (Sant 2,18).

lunes, 20 de junio de 2016


20 DE JUNIO

ARQUIDIÓCESIS DE CALI

CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA

SOLEMNIDAD:

NUESTRA SEÑORA DE LOS REMEDIOS

PATRONA DE LA ARQUIDIÓCESIS DE CALI

(20 de junio de 1964).

Santiago de Cali, 20 de junio.

HISTORIA

DE NUESTRA SEÑORA DE LOS REMEDIOS

PATRONA DE LA ARQUIDIÓCESIS DE CALI.

En 1580 llegó a Cali una talla de piedra que representa la

virgen y el niño, encontrada en las tierras de Anchicayá,

su historia es un misterio. Se encuentra en La Iglesia de

la Merced, en la calle séptima con carrera tercera.

Textos y Fotos: Almaluz Hurtado Borrero.

"Hubo una gran procesión en la que sacaron de la iglesia

la imagen de la Virgen y después de recorrer con ella

muchísimas calles la volvieron a poner en su lugar. En

los sitios por donde debía pasar hicieron grandes

preparativos, adornaron las casas con zarazas de colores

y con todo cuanto les parecía que podía parecer de

ornato. Después de la procesión me dieron permiso de

subir al camerín y examinar de carca la imagen de

Nuestra-Señora-del-Queremal.

Quereme es el nombre de una flor de agradable aroma y

de la cual no se tiene noticia que crezca en sitio

diferente al occidente de Cali. Se trata de la

ThibaudiaQuereme y el lugar donde crece se llama El

Queremal. Cuando florece la venden en Cali. En el

Queremal encontraron una imagen tallada en piedra por

medios sobrenaturales, y la llevaron a Cali, como si su

localización original hubiera sido un error. La cubrieron

de pintura y de ropajes y la pusieron en un camerin para

venerarla.

Oremos:

Te pedimos, Padre santo, que nosotros tus siervos,

gocemos siempre de salud de alma y cuerpo,

y por la intercesión de Santa María, la Virgen,

nuestra Señora de los Remedios,

Patrona de la Arquidiócesis de Cali,

líbranos de las tristezas de este mundo

y concédenos abundar en gracias

de paz y progreso para todos.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,

que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y

es Dios por los siglos de los siglos.

El pueblo aclama:

Amén.

+Lectura del santo Evangelio según san Lucas 1,39-47

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a

la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de

Zacarías y saludó a Isabel.

En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura

en su vientre, se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a

voz en grito: “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el

fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la

madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis

oídos, la creatura saltó de alegría en mi vientre.

Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el

Señor se cumplirá”.

María dijo:

“Proclama mi alma la grandeza del Señor,

se alegra mí espíritu en Dios, mi salvador;

porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,

porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:

su nombre es santo.

y su misericordia llega a sus fieles

de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:

dispersa a los soberbios de corazón,

derriba del trono a los poderosos,

y enaltece a los humildes,

a los hambrientos los colma de bienes

y a los ricos los despide vacios.

Auxilia a Israel, su siervo,

acordándose de su misericordia

como lo había prometido a nuestros padres,

a favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Palabra del Señor.

Todos aclaman:

Gloria a ti, Señor Jesús.

sábado, 18 de junio de 2016




ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LOS REMEDIOS PATRONA DE LA ARQUIDIÓCESIS DE CALI.

 Dios Padre de misericordia, por la intercesión de la Virgen María, Nuestra Señora de los Remedios, Patrona de la Arquidiócesis de Cali, te pedimos que confortes la fe de tus hijos para que unidos trabajemos por la justicia y la paz. 

Madre de Dios, intercede ante tu Hijo por nosotros para que vivamos como hermanos, sin odio ni venganzas; alcánzanos fortaleza para erradicar de ésta Iglesia particular la violencia en todas sus manifestaciones. 

Te suplicamos que nos ayudes a vivir los compromisos de nuestro bautismo en comunión con Dios y con nuestros hermanos.

 Te lo pedimos Padre de bondad por Jesucristo tu Hijo, Príncipe de la paz, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo. Amén.

 Nuestra Señora de los Remedios, ruega por nosotros

viernes, 17 de junio de 2016



12 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO -DOMINGO
Morir con Cristo para nacer nuevamente
Zacarias. 12, 10-11: «Mirarán al que traspasaron»
Salmo. 63(62): «Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío».
Galatas 3, 26-29: «Los que han sido bautizados se han revestido de Cristo»
San Lucas 9, 18-24: «Tú eres el Cristo de Dios... El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho”.
La primera lectura anuncia el perdón de Dios sobre «la casa de David y los habitantes de Jerusalén» (Zc. 12, 10). La mayor señal del perdón de Dios es el crucificado: «Me mirarán a mí, a quien traspasaron, harán llanto como llanto por el hijo único, llorarán como se llora al primogénito» (Zc. 12, 10).
Las misteriosas palabras del profeta tienen un cumplimiento en la muerte de Jesús: El Nuevo Testamento nos hace comprender que el mensaje profético se cumple en la pasión redentora de Jesús. El es el hijo único, traspasado por nuestros pecados. Una mirada llena de fe al que ha sido traspasado será el comienzo de la conversión y la posibilidad de acceder a la fuente que lava los pecados: el costado abierto de Cristo, en la cruz, del que brota sangre y agua.
Este texto no es sólo para satisfacer nuestra curiosidad. Para nosotros tiene un sentido místico: la muerte física de Jesús es un símbolo de la vocación cristiana a morir al Este salmo es como el encuentro de dos sedientos: Dios y el hombre. Encuentro de la sed infinita de Dios por darse en amor al hombre. Y la sed del hombre por responder a ese amor. Se realiza aquí una célebre frase de San Gregorio Nacianceno: «Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Dios».
Ante la fuente que es el costado abierto del traspasado, ¿no tendremos sed de Dios? Cantando este salmo nos es fácil recordar las palabras del apóstol: «¡todos hemos bebido del mismo Espíritu!» (1Co. 12,13).
En la segunda lectura se subraya la universalidad de la obra salvífica de Cristo y de la comunidad de la salvación neotestamentaria. Según San Pablo, somos hijos de Dios por la fe y el Bautismo. La fuerza unificadora de los hijos de Dios, lo que supera cualquier forma de división humana, es la incorporación a la persona de Cristo. El bautismo es el sacramento de esta incorporación, y por eso la circuncisión ya no cuenta en orden a la salvación. La circuncisión significaba la incorporación al pueblo de las promesas, pero el bautismo incorpora a la realidad, que es Cristo.
Finalmente, las palabras de Jesús que nos recuerda Lucas en el pasaje de su evangelio que hot meditamos resumen la naturaleza pascual de la vida cristiana: morir a toda forma de egoísmo y mal, a fin de hacernos libres para vivir de acuerdo al amor de Dios y a nuestros hermanos y hermanas.
Todas las formas de abnegación y renuncia en nuestras vidas deben llevarnos a la libertad y al amor: «negarse a sí mismo... tomar su cruz... perder su vida», no tienen valor en sí mismos a no ser que nos vacíen de los apegos egoístas y abran nuestros corazones para ser llenados con un amor siempre mayor.
Algunas preguntas para pensar durante la semana:
1. Identifique formas prácticas de tomar la cruz en la vida diaria.

2. ¿En qué ocasiones está acostumbrado a «conservar su vida»? (en el sentido del Evangelio).


VIERNES 17 DE JUNIO
EVANGELIO 
Donde está tu tesoro, ahí también está tu corazón.

Del Evangelio según san Mateo 6, 19-23


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No acumulen ustedes tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho los destruyen, donde los ladrones perforan las paredes y se los roban. Más bien acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho los destruyen, ni hay ladrones que perforen las paredes y se los roben; porque donde está tu tesoro, ahí también está tu corazón.

Tus ojos son la luz de tu cuerpo; de manera que si tus ojos están sanos, todo tu cuerpo tendrá luz. Pero si tus ojos están enfermos, todo tu cuerpo tendrá oscuridad.
Y si lo que en ti debería ser luz, no es más que oscuridad, ¡qué negra no será tu propia oscuridad!”.
Palabra del Señor.
 


 

LA AMBICIÓN Y EL DESEO DE TENER ALEJAN DE DIOS

Verdad: El Segundo Libro de los Reyes, nos presenta otro momento dramático de la Historia de Israel, que en el fondo plantea el tema de la ambición de poder, con un ingrediente adicional: Atalía después que muere su hijo, el rey Ocozías, quiere perpetuarse en el trono, olvidando que la sucesión le pertenece al nieto. El deseo de poder desencadena sentimientos abominables y trae consigo la destrucción y el exterminio. El mal cuando invade a los seres humanos los degrada; sin embargo, existen también personas que no se dejan contagiar y denuncian el mal.

El evangelio de Mateo, en el contexto del Sermón de la Montaña, recuerda que no es bueno acumular, que poner el corazón en las riquezas materiales, daña nuestros sentimientos y actitudes, y cuando el corazón se llena de moho, pasa lo de Atalía, el personaje de la primera lectura de hoy. El moho que produce la ambición y el egoísmo envilece y lleva a las personas a vivir en la oscuridad en las tinieblas. Es necesario rápidamente encender la luz, es decir, dejar que la Palabra de Dios ilumine nuestra vida para no perder el camino de la salvación que ofrece Dios.

Camino: ¿Acaso en mi corazón ha hecho presencia el moho de la ambición de poder o de riquezas? ¿Cómo cultivo sentimientos y actitudes de generosidad?

Vida: Padre santo y misericordioso: ayúdanos a ser luz; elimina de nuestros corazones sentimientos de ambición y egoísmo, y pon en su lugar misericordia y amor. Amén. 

jueves, 16 de junio de 2016


16 DE JUNIO

Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Jueves XI del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 6,7-15): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.

»Vosotros, pues, orad así: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal’. Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».
Comentario: Rev. D. Joan MARQUÉS i Suriñach (Vilamarí, Girona, España)
«Si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial»
Hoy, Jesús nos propone un ideal grande y difícil: el perdón de las ofensas. Y establece una medida muy razonable: la nuestra: «Si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas» (Mt 6,14-15). En otro lugar había mostrado la regla de oro de la convivencia humana: «Tratad a los demás como queráis que ellos os traten a vosotros» (Mt 7,12).

Queremos que Dios nos perdone y que los demás también lo hagan; pero nosotros nos resistimos a hacerlo. Cuesta pedir perdón; pero darlo todavía cuesta más. Si fuéramos humildes de veras, no nos sería tan difícil; pero el orgullo nos lo hace trabajoso. Por eso podemos establecer la siguiente ecuación: a mayor humildad, mayor facilidad; a mayor orgullo, mayor dificultad. Esto te dará una pista para conocer tu grado de humildad.

Acabada la guerra civil española (año 1939), unos sacerdotes excautivos celebraron una Misa de acción de gracias en la iglesia de Els Omells. El celebrante, tras las palabras del Padrenuestro «perdona nuestras ofensas», se quedó parado y no podía continuar. No se veía con ánimos de perdonar a quienes les habían hecho padecer tanto allí mismo en un campo de trabajos forzados. Pasados unos instantes, en medio de un silencio que se podía cortar, retomó la oración: «así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden». Después se preguntaron cuál había sido la mejor homilía. Todos estuvieron de acuerdo: la del silencio del celebrante cuando rezaba el Padrenuestro. Cuesta, pero es posible con la ayuda del Señor.

Además, el perdón que Dios nos da es total, llega hasta el olvido. Marginamos muy pronto los favores, pero las ofensas... Si los matrimonios las supieran olvidar, se evitarían y se podrían solucionar muchos dramas familiares.

Que la Madre de misericordia nos ayude a comprender a los otros y a perdonarlos generosamente.

miércoles, 15 de junio de 2016


15 Junio 2016 / Feria / Verde 
 
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PRIMERA LECTURA
Apareció un carro de fuego y Elías subió al cielo.

Del Segundo libro de los Reyes 2, 1.6-14

Esto fue lo que sucedió cuando el Señor iba a arrebatar a Elías en un remolino hacia el cielo. Ese día Elías y Eliseo habían salido de Guilgal. Al llegar a Jericó, Elías le dijo a Eliseo: "Quédate aquí, porque el Señor me envía al Jordán”. Respondió Eliseo: "Por Dios y por tu vida que no te dejaré ir solo”. Y se fueron los dos juntos.

Los acompañaban cincuenta hombres de la comunidad de los profetas, los cuales, al llegar Elías y Eliseo a la orilla del Jordán, se detuvieron a cierta distancia de ellos. Elías tomó su manto, lo enrolló y con él golpeó las aguas; éstas se separaron a un lado y a otro, y ambos pasaron el río sin mojarse.

Después de cruzar, Elías le dijo a Eliseo: "Pídeme lo que quieras que haga por ti, antes de que sea arrebatado de tu lado” Respondió Eliseo: "Que sea el heredero principal de tu espíritu”. Le dijo Elías: “Es difícil lo que pides; pero si alcanzas a verme, cuando sea arrebatado de tu lado, lo obtendrás; si no, no lo obtendrás”.

Siguieron caminando y conversando, cuando un carro de fuego, con caballos de fuego, se interpuso entre ellos, y Elías subió al cielo en un remolino. Eliseo lo veía alejarse y le gritaba: “¡Padre mío, padre mío, carro y auriga de Israel!”.

Y ya no lo volvió a ver. Entonces se rasgó las vestiduras, recogió el manto que se le había caído a Elías, regresó y se detuvo en la orilla del Jordán. Tomó el manto de Elías y golpeó con él las aguas, y no se separaron. Entonces dijo: “¿Dónde está el Señor, el Dios de Elías?” Volvió a golpear las aguas y entonces se separaron a un lado y a otro, y pasó Eliseo.

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 30

R/. Amemos al Señor todos sus fieles.

¡Qué grande es la bondad que has reservado, / Señor, para tus fieles! / Con quien se acoge a ti, / Señor, ¡qué bueno eres! R/.

Tu presencia lo ampara / de todas las intrigas de los hombres, / y lo pone a resguardo / de las burlas y las murmuraciones. R/.

Que amen al Señor todos sus fieles, / pues protege a los leales / y a los soberbios da lo que merecen. R/.
 
EVANGELIO
Tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.

Del Evangelio según san Mateo 6, 1-6.16-18

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres, para que los vean. De lo contrario, no tendrán recompensa con su Padre celestial.

Por lo tanto, cuando des limosna, no lo anuncies con trompeta, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, para que los alaben los hombres. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. En cambio, cuando tú des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes hagan oración, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora ante tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como esos hipócritas que descuidan la apariencia de su rostro, para que la gente note que están ayunando. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que no sepa la gente que estás ayunando, sino tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará”.
Palabra del Señor.
 


 

 SI SE CAMINA CON HONESTIDAD,  SE CONTAGIA A LOS DEMÁS
 

Verdad: Dos personajes: Elías y Eliseo. A Elías le correspondió una dura misión, pues denunciar el mal no es cosa fácil, sobre todo cuando la ambición se apodera del ser humano y lo vuelve una fiera que ataca incluso a sus mismos hermanos. Erradicar el mal fue la gran tarea de Elías, por eso es uno de los grandes Profetas. Encontró en Eliseo, no sólo un gran colaborador, sino también un digno sucesor. Y Eliseo responde fielmente a esta tarea que Dios le confió. Para ser buenos profetas debemos erradicar el mal de lo profundo del corazón y de las estructuras sociales.

En el Sermón de la Montaña se llama a los discípulos de Jesús a practicar la discreción incluso en la piedad, en la oración, en la práctica de la limosna y del ayuno. Cualquier acción humana que se haga con arrogancia no llega a la presencia de Dios. A Él le agrada cuanto se hace con humildad. Practicar el ayuno, dar limosna, hacer oración, y cultivar las obras de misericordia, pero hechas en silencio, con humildad y con amor, eso sí puede transformar al mundo. Los discípulos de Jesús debemos devolverle la esperanza a esta sociedad caótica.

Camino: ¿Procuro que mis comportamientos sean expresión de bondad y honestidad, de misericordia y amor, como es propio de los discípulos de Jesús?

Vida: Padre bueno: hoy te pedimos la humildad necesaria para que nuestras obras de misericordia sean hechas con bondad y sencillez de modo que te agraden.  Amén. 

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