Décimo
domingo del tiempo ordinario
El
apostolado como servicio a la vida
1Reyes. 17,17-24: «Tu hijo
está vivo»
Samo. 30(29): «Te ensalzaré,
Señor, porque me has librado»
Gálatas. 1,11-19: «Se dignó
revelar en mí a su Hijo, para que yo lo anunciara a los
San Lucas 7,11-17:
«¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!»
En el nombre de Dios, Elías,
devuelve la vida al hijo de su anfitriona. Así es totalmente reconocido como
hombre de Dios y sus palabras y predicación se hacen plenamente creíbles. Nadie
realiza buenas obras extraordinarias a no ser que Dios esté con él.
La certeza de la permanente
bondad de Dios nos hace reaccionar y expresar nuestra alabanza en acción de
gracias. Es lo que expresamos con el salmo: «te ensalzaré, Señor... sacaste mi
vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa... cambiaste mi
luto en danzas». Tenemos razón también nosotros, sobre todo sabiendo que Cristo
hace milagros aún mayores, de ir repitiendo con la antífona del salmo: «te ensalzaré,
Señor, porque me has librado».
Un versículo de la Carta de
San Pablo a los Gálatas es particularmente importante. Comunica una buena
descripción de lo que es el apostolado: «El que me escogió antes de mi
nacimiento y me llamó por su gracia». El apostolado, por consiguiente, es una
llamada personal de Dios. «Decidió revelarme a su Hijo»: el apostolado surge de
un encuentro con Cristo. «Para que comunicara entre los gentiles la buena nueva
concerniente a El»: el apóstol es un enviado de Dios.
Jesús no realizó el milagro
de resucitar a la gente muy a menudo. El Evangelio de hoy es una de esas raras
ocasiones. ¿Qué podemos aprender de este relato, además del hecho que por esta
clase de milagros Jesús confirmaba su divina misión y daba la felicidad a una
pobre viuda? Al devolver la vida a un muchacho muerto, Jesús está mostrando que
él es fuente de vida, que vino para traer a la gente toda forma de vida:
«Vine para traer vida en
abundancia». Dios es vida. El destino del hombre es vivir, crecer en la
vida verdadera, aun más allá de la muerte. Por eso «la gloria de Dios es la
vida del hombre», y el pecado es siempre una forma de muerte.
Por eso la obra liberadora
de Cristo implica una liberación de los peligros de la vida. Del hambre y las
enfermedades, hasta la muerte permanente, y sobre todo la liberación de la
muerte del espíritu (el pecado). Más aún, Cristo vino a transformar, por su
gracia salvadora, nuestra vida puramente humana en la vida divina de los hijos
de Dios. Como cristianos y seguidores del Dios de la vida, debemos ser
partidarios de la vida, y contrarios a las amenazas actuales por destruirla
vida: violencia, abortó, miseria, odio y ateísmo;
Algunas preguntas para
pensar durante la semana
1. ¿Concibo el cristianismo
primeramente como vida?
2. Piensa en los actuales
peligros de la vida en nuestra sociedad en el sentido material y espiritual.
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