18 DOMINGO DEL TIEMPO ORDIN ARIO
LA
VANIDAD Y LA CODICIA COMO MALES SOCIALES
Eclesiaatés. 1,2; 2, 21-23::
«¿Qué saca el hombre de todo su trabajo?»
Salmo 39(38): «Señor, dame
conocer mi fin»
Colosenses. 3,1-5.9-11:
«Busquen los bienes de arriba donde está Cristo»
San Lucas. 12,13-21: «Lo que
has acumulado, ¿de quién será?»
El tema de esta liturgia
dominical es la vanidad y la codicia. Está introducido con una primera lectura
del libro del Eclesiastés (o «Qohelet»), donde el autor nos advierte contra la
vanidad de nuestros proyectos, nuestro trabajo lucrativo, y la vanidad de aquellos
que acumulan bienes. «¿Qué saca el hombre de todo su trabajo?». Se acusa, a veces,
al libro del Eclesiastés, y más concretamente a esta página, de ser pesimista.
No obstante, ¿no hay acaso un profundo realismo, desde la óptica de la fe, en estas
palabras? También esta advertencia crítica hacia un optimismo infantil es la
Palabra que tenemos que escuchar para que no nos dejemos «encandilar» por la
obra de nuestro trabajo.
En el mensaje a los
Colosenses S. Pablo transmite una espiritualidad contra la codicia y la
vanidad: somos miembros de Cristo resucitado, así que debemos abandonar las
tendencias mundanas (la fornicación, la vanidad, la codicia, etc.) que
destruyen nuestro crecimiento espiritual y nuestra resurrección interior.
«Busquen los bienes de arriba, donde está Cristo»: he aquí un compendio muy
claro de la vida cristiana, vista a la luz del Misterio Pascual de Cristo. Lo
que cuenta en primer lugar es la vida nueva, escondida en Cristo. En función de
la vida nueva, se ejerce en el tiempo presente un trabajo de «dar muerte» a
todo lo que no corresponde a la vida nueva. Quizá a la luz de estas palabras
del apóstol veamos más claro el misterio del Eclesiastés. La vanidad del tiempo
presente, reconocida, es una llamada a buscar lo que Dios ha puesto en nosotros por la comunión con la vida de Cristo, que es
para siempre.
Finalmente, en el Evangelio,
el peligro y total vanidad de la codicia es subrayada en la parábola del hombre
rico que tenía una gran cosecha: se olvida completamente de la muerte, la
eternidad y el sentido de la vida. Quiere acumular cosas materiales sin necesidad,
y descuida el ser rico en los valores del Reino, aquellos valores que son los que
cuentan en el momento de la muerte.
«Lo que has acumulado, ¿de
quién será?»: El problema del rico de la parábola explicada por Jesús es el de
no tener en cuenta las palabras del Eclesiastés ni -desde la perspectiva de la
fe cristiana- el mensaje de la carta a los Colosenses. Es a la vez una aplicación
de las palabras de Jesús al iniciar el camino hacia Jerusalén: ¡El que quiera salvar
su vida, la perderá! En el lenguaje cotidiano de hoy, podríamos decir que es el
problema del consumismo absolutizado como máximo ideal de una persona. ¡He aquí
la «vanidad»!
Frente a la «vaciedad» de
las cosas si ponemos en ellas nuestro corazón, está la presencia de Dios que
llena satisfactoriamente el «vacío» que no pueden llenar los bienes de la
tierra.
Acertadamente decía San
Agustín que Dios nos creó para él y «nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en él», por
muchos bienes que posea en este mundo.
Algunas preguntas para
pensar durante la semana
1. ¿Cuál es mi Dios: el
dinero o Jesucristo?
2. ¿Qué hago para compartir
aquello de lo que no tengo realmente necesidad’?
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