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viernes, 29 de julio de 2016

DOMINGO 31 DE JULIO


18 DOMINGO DEL TIEMPO ORDIN ARIO
LA VANIDAD Y LA CODICIA COMO MALES SOCIALES
Eclesiaatés. 1,2; 2, 21-23:: «¿Qué saca el hombre de todo su trabajo?»
Salmo 39(38): «Señor, dame conocer mi fin»
Colosenses. 3,1-5.9-11: «Busquen los bienes de arriba donde está Cristo»
San Lucas. 12,13-21: «Lo que has acumulado, ¿de quién será?»
El tema de esta liturgia dominical es la vanidad y la codicia. Está introducido con una primera lectura del libro del Eclesiastés (o «Qohelet»), donde el autor nos advierte contra la vanidad de nuestros proyectos, nuestro trabajo lucrativo, y la vanidad de aquellos que acumulan bienes. «¿Qué saca el hombre de todo su trabajo?». Se acusa, a veces, al libro del Eclesiastés, y más concretamente a esta página, de ser pesimista. No obstante, ¿no hay acaso un profundo realismo, desde la óptica de la fe, en estas palabras? También esta advertencia crítica hacia un optimismo infantil es la Palabra que tenemos que escuchar para que no nos dejemos «encandilar» por la obra de nuestro trabajo.
En el mensaje a los Colosenses S. Pablo transmite una espiritualidad contra la codicia y la vanidad: somos miembros de Cristo resucitado, así que debemos abandonar las tendencias mundanas (la fornicación, la vanidad, la codicia, etc.) que destruyen nuestro crecimiento espiritual y nuestra resurrección interior. «Busquen los bienes de arriba, donde está Cristo»: he aquí un compendio muy claro de la vida cristiana, vista a la luz del Misterio Pascual de Cristo. Lo que cuenta en primer lugar es la vida nueva, escondida en Cristo. En función de la vida nueva, se ejerce en el tiempo presente un trabajo de «dar muerte» a todo lo que no corresponde a la vida nueva. Quizá a la luz de estas palabras del apóstol veamos más claro el misterio del Eclesiastés. La vanidad del tiempo presente, reconocida, es una llamada a buscar lo que Dios ha puesto en nosotros  por la comunión con la vida de Cristo, que es para siempre.
Finalmente, en el Evangelio, el peligro y total vanidad de la codicia es subrayada en la parábola del hombre rico que tenía una gran cosecha: se olvida completamente de la muerte, la eternidad y el sentido de la vida. Quiere acumular cosas materiales sin necesidad, y descuida el ser rico en los valores del Reino, aquellos valores que son los que cuentan en el momento de la muerte.
«Lo que has acumulado, ¿de quién será?»: El problema del rico de la parábola explicada por Jesús es el de no tener en cuenta las palabras del Eclesiastés ni -desde la perspectiva de la fe cristiana- el mensaje de la carta a los Colosenses. Es a la vez una aplicación de las palabras de Jesús al iniciar el camino hacia Jerusalén: ¡El que quiera salvar su vida, la perderá! En el lenguaje cotidiano de hoy, podríamos decir que es el problema del consumismo absolutizado como máximo ideal de una persona. ¡He aquí la «vanidad»!
Frente a la «vaciedad» de las cosas si ponemos en ellas nuestro corazón, está la presencia de Dios que llena satisfactoriamente el «vacío» que no pueden llenar los bienes de la tierra.
Acertadamente decía San Agustín que Dios nos creó para él y «nuestro corazón  está inquieto hasta que descanse en él», por muchos bienes que posea en este mundo.
Algunas preguntas para pensar durante la semana
1. ¿Cuál es mi Dios: el dinero o Jesucristo?

2. ¿Qué hago para compartir aquello de lo que no tengo realmente necesidad’?

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