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sábado, 21 de enero de 2017

DOMINGO 22 DE ENERO





Tercer domingo del tiempo ordinario – A
EL REINO DE DIOS: DON Y CONVERSION
Isaías 9, 1-4: «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande»
Salmo 27(26): «El Señor es mi luz y mi salvación»
1Corintios 1, 10-13.17: «Pónganse de acuerdo y no anden divididos»
San Mateo 4, 12-23: «Recorría toda Galilea, enseñando en sus sinagogas y curando toda enfermedad»
El contenido de la primera lectura de hoy es la aparición de Mesías en Palestina, como enviado de Dios y anunciador de su Reino. Un Reino de luz y alegría. Un Reino de liberación de toda forma de opresión y servidumbre. La profecía nos llega a través de hermosos símbolos, en acuerdo con el estilo del profeta. El profeta da ánimos a su pueblo con el anuncio de un futuro mucho mejor, precisamente para Galilea, la «Galilea de los gentiles», que era una región en que vivían bastantes paganos en medio del pueblo judío. Era este en verdad un pueblo sumergido en tinieblas, falto de alegría y esperanza. Pero el profeta les anuncia tiempos mejores: de las tinieblas pasarán a la luz, de la tristeza a la alegría, de la esclavitud a la liberación.
El Reino vivido en la comunidad trae sin embargo problemas. El hombre no deja de aportar las oscuridades de su corazón siempre latentes. Nos dice san Pablo, en la carta primera a los Corintios, que en esa Iglesia se presentaban divisiones nacidas seguramente del deseo de dominar, de ambiciones y rivalidades. Lejos está eso del proyecto de Dios que es unidad, servicio humilde de unos a otros. Pablo deja sin piso las pretensiones de quienes se dicen sus seguidores. Presenta la insustituible persona del Señor Jesús, de su misterio pascual, del bautismo como adhesión vital a su persona, como centro y fundamento de la fe del cristiano. La Iglesia, cuando en su historia ha dejado de considerar la centralidad de Cristo, se ha visto inmersa en conflictos y divisiones.
Jesús se establece en Galilea y comienza a predicar en cumplimiento de la profecía de Isaías, leída en la primera lectura. El mensaje es parecido al de Juan en un comienzo: la conversión necesaria. Jesús anuncia el Reino de cielos, es decir, el «Reinado de Dios». Este reinado libera a los hombres del pecado. Con Jesucristo ha comenzado este reinado. La primera palabra que Jesús dirige al hombre en el evangelio de san Mateo pide una actitud concreta frente a la vida: Conviértanse. Supone cambio de vida, de rumbo, de mentalidad. Entrar en la novedad que Dios ofrece y convertirse a él en la totalidad de la vida. Más que cambios pequeños y coyunturales se necesita el reconocer que algo nuevo se nos ofrece y lo aceptamos dejando atrás el proceder anterior. Dios invita al hombre no a ser objeto pasivo de esa acción salvadora sino a entrar dinámicamente en ella. Lo escenifica llamando de inmediato a cuatro hombres mayores, comprometidos en el mundo del trabajo. Sus nombres dan realidad histórica a este hecho, y nos son familiares: Simón, Andrés, Santiago, Juan. Seguir a Jesús incondicionalmente, sin pedir explicaciones, sin pactar cláusulas, atendiendo simplemente a una llamada que tiene la fuerza de imperativo, es convertirse. La vida empieza de nuevo en una forma de trabajo distinto que tiene como destinatarios a todos los hombres y mujeres del mundo. A partir de entonces esos cuatro discípulos, a los que se añadirán otros, y luego miles y miles, hasta el día de hoy, nos dicen hoy que el sentido pleno de la vida se alcanza compartiendo la misión de Jesús: anunciar la presencia y la eficacia de esa acción salvadora de Dios.
Algunas preguntas para pensar durante la semana
1. ¿Qué está impidiendo mi crecimiento humano y cristiano?

2. ¿De qué modos concretos el Reino está al alcance de mi mano?

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