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domingo del tiempo ordinario -A
La
confianza en la Providencia de Dios
Jeremías 20, 10-13: «Libró
la vida del pobre de manos de los impíos»
Salmo 69(68): «Que me
escuche tu gran bondad, Señor»
Romanos 5, 12-15: «No hay
proporción entre la culpa y el don»
San Mateo10,26-33: «No teman
a los que matan el cuerpo»
La fe y la adhesión personal
de los discípulos a Jesús deben manifestarse en la proclamación abierta y clara
del mensaje del Maestro. La vida o la muerte, la salvación o la perdición
definitiva de cada persona depende de la postura que cada uno tome ante Cristo.
La primera lectura nos
cuenta lo que le pasó al profeta Jeremías. Su misión no era aceptada por las
autoridades ni por el pueblo. Y representaba lo que Dios quería para bien de la
nación en un momento crítico de su historia. El auténtico enviado y profeta no se
entretiene en adular al auditorio ni se apoya en la popularidad. Proclama
fielmente la Palabra de Dios y se apoya únicamente en el Señor que le envía.
A pesar de su dolor, el
salmista está tranquilo, Dirige su corazón a Dios. Si no le responde ahora,
sabe que un día lo escuchará. No duda de su amor misericordioso y de su piedad
paternal. El salmo nos invita a saber esperar la hora de Dios, una hora llena
de luz.
En el párrafo total de Rom.
5, 12-21 quiere Pablo destacar la importancia de la obra de Cristo destacando
algunas de sus características que resaltan en comparación con el pecado de
Adán. Para ello presenta rápidamente este pecado y pasa a ponderar el don de
Dios en Cristo. Esto es lo realmente importante de la perícopa y menos, en
cambio, la doctrina sobre el pecado original.
Los puntos que resaltan
principalmente en esta comparación son: la universalidad de la gracia, su
gratuidad, su totalidad. De la misma manera que el hombre se encuentra envuelto
en la historia mal hecha por culpa del propio hombre, así mucho más está también
en la historia de la salvación.
En el Evangelio Jesús
exhorta y enseña a sus discípulos cómo superar las situaciones desfavorables. La palabra que llevan de parte
de Dios es perturbadora, incómoda, cuestionante. Pide al hombre confiar en
Dios, creerle, aceptar su plan salvador, dejar de confiar en las solas fuerzas
humanas. Y muchas otras actitudes difíciles de entender como el amor al
enemigo, aceptar la cruz, escoger el camino del servicio, no endiosar el
dinero. Todo esto muy fuera de los intereses ordinarios del hombre: en el
fragmento que proclamamos en este Domingo, el Señor pide a sus discípulos-misioneros hablar francamente y
sin temor Ante las situaciones desfavorables descritas y el dilema, la palabra
de Jesús a los suyos gira en torno a una expresión, repetida tres veces con
fuerza: «No tengan miedo».
Estamos llamados a actuar
con coherencia y confianza en el Señor. Si sufro rechazo o ataques, pondré mi
temor a los pies del Señor y me liberaré de sentimientos negativos que me
frenan en la misión.
Algunas preguntas para
pensar durante la semana
1. ¿Cuáles son los miedos
que invadían a los discípulos?
2. ¿Cuáles son las formas de
negar al Señor hoy?
3. ¿Has sufrido o te han
perseguido alguna vez por causa de tu compromiso con el anuncio de la Buena
Nueva que Jesús nos envía?
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