14° domingo del tiempo
ordinario
La
grandeza de la humildad
Lecturas:
Zacarías 9,9-10: «Mira a tu
Rey que viene a tí modesto»
Salmo. 145(144): «El Señor
es grande y muy digno de alabanza»
Romanos 8, 9.11-13: «Si con
el Espíritu dan muerte a las obras del cuerpo, vivirán»
San Mateo 11, 25-30: «Soy
manso y humilde de corazón»
Comentario:
La humildad de Cristo y la
humildad cristiana es el tema de esta liturgia. Está introducido por la visión
futura del profeta de la aparición de Jesús como rey y señor. El trae justicia
y liberación, pero por el camino de la modestia y la humildad. En su momento de
victoria, muestra su simplicidad montando un asno. (Una referencia clara a los
acontecimientos del domingo de ramos).
Según S. Pablo hay dos
estilos de vida. Vivir de acuerdo a la carne, o de acuerdo al Espíritu. Puesto
que el Espíritu se nos ha dado, estamos llamados a superar 'la carne":
orgullo, egoísmo, la vida centrada en nosotros. Y estamos llamados a vivir
según el espíritu de Jesús: humildad, simplicidad, abnegación.
Hay dos partes en Evangelio
de este Domingo, relacionadas mutuamente. En la primera parte Jesús alaba la
humildad. En la segunda parte se presenta como modelo de humildad cristiana.
Jesús alaba a la gente
sencilla y humilde porque están preparados a comprender y a participar en su
Reino. Más aún, la humildad o pobreza de corazón es condición para recibir los dones
de Dios, la verdadera fe, la verdadera esperanza, la verdadera caridad. Ello se
le niega al orgulloso y "sabio" según "la carne", puesto que
la auto-suficiencia es incompatible con la comprensión de los valores del
Evangelio. Se nos recuerda una vez más la primera Bienaventuranza:
"Bienaventurados los pobres de espíritu; el Reino de Dios les
pertenece".
Con todo, esta humildad
cristiana es camino de seguimiento de Jesús, humilde y pobre de espíritu. Jesús
es la encarnación del "bienaventurado" y del humilde, la fuente de la
auténtica humildad. "Aprendan de mí... Vengan a mí..".
Es vivir la verdad sobre
nosotros mismos. No es ninguna forma de complejo de inferioridad o cosa
parecida. Es reconocer nuestros propios valores y cualidades sin vanidad,
puesto que los hemos recibido de Dios. Es también reconocer nuestros defectos,
y nuestra condición pecadora como esencial a nuestro ser. Es vivir de acuerdo
con la verdad que somos creaturas de Dios, totalmente dependientes de él, y
poner nuestras vidas, confiadamente, en sus manos.
Algunas preguntas para
pensar durante la semana
1. ¿Qué es la humildad
cristiana; la auténtica humildad?
2. ¿De qué maneras expreso
mi orgullo?
3. ¿Cuál es mi reacción
cuando experimento alguna humillación?
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