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sábado, 9 de junio de 2018

DOMINGO 10 DE JUNIO




VIDA NUEVA
10° domingo del tiempo ordinario
LA FAMILIA DE JESUS
EVANGELIO: SAN MARCOS 3,20-35: “QUIENES SON MI MADRE Y MIS HERMANOS?”
Los parientes llegan a la casa donde estaba Jesús. Probablemente habían venido de Nazaret. De allí a Cafarnaúm hay sólo unos 40 km. Su madre estaba con ellos. No entran, pues había mucha gente, pero le mandan un recado: «¡Oye!, tu madre tus hermanos y tus hermanas están afuera y te buscan». Mateo dice: «desean hablarte» y Lucas: «quieren verte»
Según el evangelio de Marcos, los parientes no quieren ver a Jesús. Ellos quieren llevárselo y traérselo para casa. Pensaban que Jesús se había vuelto loco. Probablemente, tenían miedo, pues según nos informa la historia, la vigilancia de parte de los romanos con relación a todos los que de una forma o de otro tenían un cierto liderazgo popular, era enorme. En Nazaret, en la sierra, estaría más al seguro que en la ciudad de Cafarnaúm.
La reacción de Jesús es firme y concreta: «Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: Esto son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre». ¡Jesús ensancha la familia! No permite que la familia lo aleje de la misión: ni la familia, ni Pedro ni los discípulos,   ni Herodes, ni nadie.  Es la obediencia a la voluntad divina la que crea la nueva familia alrededor de Jesús: «Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre»... Es lo mismo que «escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica».
 Un buen comentario de este episodio es lo que dice el evangelio de Juan en el prólogo: «En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; los cuales no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre sino que nacieron de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Unigénito, lleno de gracia y de verdad». .
Jesús proclama que sus lazos más cercanos no están forjados por sangre o herencia. Para Jesús, sus parientes reales son aquellos que se relacionan con Dios en el amor como Él mismo lo hace («El que hace la voluntad de Dios...»). Estas son las personas a las que protegería, como protegería a su madre y a sus hermanos, a las personas que trataría como coherederos con Él para todo lo que el Padre prometió. En lugar de permanecer encerrado en su pequeña familia, Jesús extiende los límites de la familia y crea comunidad. Entiende el profundo significado de la familia, el clan y la comunidad como una expresión de la encarnación del amor de Dios en el amor hacia el prójimo.

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