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domingo del tiempo ordinario -B
LA MISION DE LOS DOCE
Evangelio: San Marcos 6,7-13
San
Marcos dice que el Señor Jesús llamó a sus discípulos para que estuvieran con
él y para enviarlos a predicar. Dos propósitos que se condicionan mutuamente.
Quien se hace compañero de Jesús no puede no hablar de él; quien anuncia a
Jesús debe haber hecho previamente experiencia de su persona.
Después
de la llamada (en el texto «institución») de los doce Jesús enseña y hace
curaciones, y de esa manera los va formando a ellos. Jesús se dedica en primer
lugar a formarlos con su palabra, mediante sus acciones evangelizadoras en las
que ellos están presentes, y por su presencia siempre cuestionante. Pasada la
dolorosa experiencia de Nazaret los llama (así en presente), y empezó a
enviarlos de dos en dos.
Ahora
llega para ellos la hora de su primer ejercicio público: deben hacer una primera
experiencia de anuncio. Van «de dos en dos» (el número 2 es el número del
«testigo», lo cual significa que los envío a «dar testimonio») entre las
gentes, con una Misión que, en Marcos aparece bastante reducida: un anuncio
genérico de conversión y varios tipos de prodigios contra el mal. Los otros dos
Sinópticos narran con mayor precisión la misión y los desafíos que encontrarán.
De todos modos, es importante ver que la misión nace por un mandato de Jesús y
después de haber aprendido de Él el modo cómo han de realizarla y los «temas».
El número «doce» - tan citado en referencia a la fundación de la primera
Comunidad y en los esplendores del Apocalipsis - significa la continuidad, pero
también la superación de la economía salvífica precedente.
El objetivo de la Misión.
El
conflicto creció y tocó de cerca a la persona de Jesús. ¿Cómo reacciona? De dos
maneras. a) Ante la cerrazón de la gente de su comunidad, Jesús deja Nazaret y empieza
a recorrer los poblados de los alrededores. b) Expande la misión e intensifica
el anuncio de la Buena Nueva llamando a otras personas para implicarlas en la
misión. «Y llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder
sobre los espíritus inmundos».
El
objetivo de la misión es sencillo y profundo. Los discípulos participan de la misión
de Jesús. No pueden ir solos, sino que deben ir de dos en dos, pues dos personas
representan mejor la comunidad que una sola, y se pueden ayudar mutuamente.
Reciben poder sobre los espíritus impuros, esto es, deben aliviar el sufrimiento
de la gente y, a través de la purificación, deben abrir las puertas de acceso
directo a Dios.
El envío hoy
El
envío de los discípulos al mundo no ha terminado. Está hoy tan presente como siempre.
Ya en el bautismo hemos sido escogidos, llamados, consagrados y enviados. La
misión no es exclusiva de unos cuantos voluntarios en la Iglesia. Ni sólo de
aquellos que han escogido en el sacerdocio o en la vida religiosa vivir su consagración
a la causa de Dios y del hombre.
La
Iglesia latinoamericana (Documento de Aparecida) nos recuerda con insistencia
que todos somos discípulos misioneros. Nuestra misión nos lleva inmediatamente
al campo próximo de nuestra vida: la casa, el hogar. El Señor ha querido que
allí empiece la acción misionera de cada uno. Pero tenemos otros ámbitos que
son nuestro mundo: el lugar donde vivimos, trabajamos, compartimos la vida con
los demás en sociedad. Y puede que el Señor nos envíe lejos, a otros Pueblos y
otras culturas. El objetivo es siempre el mismo: anunciar a Jesucristo, Salvador,
y pedir a todos la conversión: el dejar aquello que debe ser abandonado y es
contrario al plan de Dios y adherir total y generosamente al Evangelio de la Salvación.
Los
cristianos somos parte integrante de este mundo. No somos ajenos a nada de lo
que pasa. Al menos, no deberíamos serlo. En este mundo hemos sido llamados a un
nuevo testimonio: el de Cristo. Los cristianos somos testigos de Cristo. Pero
esta cualificación, esta condición, ¿qué significado tiene para el mundo de
hoy? ¿Qué «significa» para nosotros mismos? ¿A qué nos compromete?
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