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Vida Nueva Cali - Reproductor

domingo, 10 de febrero de 2019

DOMINGO 10 DE FEBRERO




VIDA NUEVA
Quinto domingo del tiempo ordinario


“EL ENVIÓ DE LOS PRIMEROS DISCÍPULOS”

Evangelio: san Lucas 5, 1-11
Las lecturas que hoy hacemos nos relatan tres de las llamadas que Dios ha hecho a tres hombres para realizar la misión de anunciar la obra redentora que el Señor va a realizar. Los tres se manifiestan indignos para llevar a término esa labor. Sin embargo, Dios los acompaña y los prepara para que la misión encomendada pueda llevarse adelante. Así, a Isaías le purifica sus labios para que transmita lúcidamente su mensaje profético; a Pablo le convierte radicalmente su vida haciéndolo de perseguidor, apóstol; a Pedro le cambia la profesión confiándole ser «pescador de hombres». Nosotros somos llamados a dar testimonio de nuestra fe.

«Dejándolo todo, lo siguieron»:
El evangelio es un relato de la vocación de los Apóstoles a seguir a Jesús y a trabajar con él y para él. La llamada de Cristo está precedida de una pesca milagrosa... Este texto es un símbolo de nuestra propia llamada y vocación de cristianos y evangelizadores. ¿Qué podemos aprender de él?
El evangelista Lucas, después de presentar a Jesús iniciando su ministerio profético en Galilea, empezando por Nazaret, nos habla de la participación en este ministerio, tal cual el mismo Jesús ha querido concederla.
La vocación de los primeros discípulos se realiza bajo el signo de la «pesca». Se trata de una imagen bíblica que anuncia la reunión de los hombres en la presencia de Dios, al fin de los tiempos. La fuerza de la Palabra de Cristo, que se manifiesta decisiva en el signo de la pesca - «por tu Palabra...» - es, al mismo tiempo, revelación para Simón Pedro de la santidad de Cristo, toma de conciencia de su condición de pecador y motivo de su radical obediencia a la vocación recibida.

Misión apostólica
Los doce, y sus sucesores -el colegio episcopal-, son los encargados por Cristo para continuar, a través del tiempo y del espacio, el anuncio de una misma y única Palabra: Cristo muerto y resucitado (cfr. la segunda lectura). Con la lectura de la pesca milagrosa y la vocación de Pedro termina, en el ciclo C, una primera etapa de la lectura de Lucas, que podríamos calificar como de «presentación de los personajes». Si comparamos el ciclo C con los otros dos, veremos que la vocación de los primeros discípulos se lee ya en el tercer Domingo, en los ciclos A y B. San Lucas quiere presentar ampliamente el comienzo en Nazaret y las primeras experiencias en Cafarnaúm -en paralelo absoluto con Marcos (cfr. «Jornada de Cafarnaún»: Mc. 1, 21-39)- antes de hablar de los discípulos. Dios llama no debido a los méritos y santidad de las personas, sino porque El es bueno. Y le gusta mostrar su amor y su gracia en nuestras debilidades.

La experiencia de Pedro
Es evidente el paralelismo entre la narración de Lucas y la narración post-pascual de la pesca en Juan 21. Este paralelismo, incluso textual (las redes se rompen... muchos peces, y de todas clases; cfr. Jn. 21,6), acentúa el carácter central del diálogo entre Pedro y Jesús, con una fuerte connotación pascual y eclesial. El Pedro que es llamado aquí por Jesús no es simplemente el pescador que está junto al mar de Galilea -como en Mateo y Marcos-, sino el «Simón Pedro» de la confesión de Cesárea, el Pedro de las negaciones y de la conversión, el Simón a quien se apareció el Resucitado, el encargado de «confirmar a los hermanos»... (es decir, la imagen lucana de Pedro). Es un Pedro que hace pensar en la escena de la conversión de Cornelio (Hch. 10), consciente de sus limitaciones, pero decidido a hacer lo que el Señor indique. Pedro es la imagen del «seguidor» de Jesús, acompañado por los demás pescadores. Junto a estas referencias a la imagen de Pedro, hay también el tema de la relación entre la experiencia de la santidad de Dios y la conciencia de la propia indignidad. Sólo las personas que se aproximan realmente al «Santo» -como hizo Isaías, como el salmista: «delante de los ángeles», y como Pedro al contemplar la fuerza de la Palabra de Cristo- experimentan las propias limitaciones. El sentido del pecado solamente se tiene realmente -en la fe- cuando se posee el sentido de Dios. Este pensamiento es importante en el contexto actual de una «banalización» de la vida de las personas y en el peligro de una visión indefinida de Dios.

La escucha de la FE que nos conduce a la obediencia:
Es el segundo tramo del glorioso camino que el Señor Jesús nos ofrece a través de este pasaje de Lucas. La muchedumbre se apiña en torno a Jesús, llevada del deseo íntimo de «escuchar la Palabra de Dios»; es la respuesta a la invitación perenne del Padre, que invade toda la Escritura: «¡Escucha Israel!» (Dt. 6,4) y «¡Si mi pueblo me escuchase!» (Sal. 80, 14). Es como si la muchedumbre dijese: «¡Sí, escucharé qué cosa dice Dios, el Señor!» (Sal. 85, 9). Pero la escucha que se nos pide y sugiere es completa no superficial; es viva y vivificante, no muerta; es escucha de la fe, no de la incredulidad y de la dureza de corazón. Es la escucha que dice: Sí, Señor, «ya que lo dices, echaré las redes». La llamada que el Señor nos está dirigiendo en este momento es ante todo la llamada a la FE, a fiarse de Él y de toda Palabra que sale de su boca, seguros y ciertos que todo esto que Él dice se realiza. Como Dios dijo a Abrahán: «¿Hay alguna cosa imposible para el Señor?» (Gn. 18, 14) o en Jeremías: «¿Existe algo imposible para mí?» (Jr. 32, 27); cfr. también Zc. 8, 6. O como se le dijo a María: «Nada hay imposible para Dios» (Lc 1, 37) y entonces Ella dijo: «Hágase en mí como has dicho». Aquí es a donde debíamos llegar; como María, como Pedro. No podemos ser solamente oyentes, porque nos engañaremos a nosotros mismos, como dice Santiago (Stg. 1, 19-25), quedaremos engañados por la poca memoria y nos perderemos. La Palabra debe realizarse, cumplirse, ponerse en práctica. Es una gran ruina para el que escucha, si no pone en práctica la Palabra; se necesita excavar profundamente y poner el fundamento sobre la roca, que es la FE operativa (cfr. Lc. 6, 46-49).

La pesca como misión de la Iglesia:
La adhesión a la fe lleva a la misión, esto es, a entrar en la comunidad instituida por Jesús para la difusión del Reino. Parece que Lucas quiere ya, en este pasaje, presentar la Iglesia que vive la experiencia post-pascual del encuentro con Jesús resucitado; conocido es, de hecho, las muchas llamadas al pasaje de Jn. 21, 1-8. Jesús escoge una barca y escoge a Pedro y, desde la barca, llama a hombres y mujeres, hijos e hijas, a continuar su misión. Conocido es también que el verbo «rema» mar adentro está en singular, referido a Pedro que recibe el encargo de guía, pero la acción de la pesca es en plural: «¡Echen las redes!», referida a todos aquéllos, que quieran adherirse para participar en la misión. ¡Es bella y luminosa, es gozosa esta única misión y fatiga para todos! Es la misión apostólica, que empieza ahora, en obediencia a la Palabra del Señor y que llegará bogando por el mar a todos los rincones de la tierra (cfr. Mt. 28, 19; Act. 1, 8; Mc. 16, 15; 13, 10; Lc. 24, 45-48).

Relación con la Eucaristía
Cuando celebramos la Eucaristía proclamamos siempre la santidad de Dios -«Santo, Santo, Santo...»- y acogemos la palabra apostólica que actúa con la fuerza de la Palabra de Dios. ¡Estamos en la barca de Simón! Cada celebración eucarística se hace en comunión con el Papa, «Pescador de hombres», que, como Pedro, ha sido llamado por Cristo para confirmar nuestra fe.


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