«Comieron todos y se saciaron»
Evangelio: san Lucas 5,11b-17
La Iglesia consagra este
Domingo a la contemplación del gran misterio de la Eucaristía. Cada vez que se
celebra la Eucaristía, la Iglesia está haciendo presente el misterio del Cuerpo
y la Sangre del Señor. A lo largo de nuestra vida hemos participado quizás
miles de veces en el rito de esta celebración. Es posible que se nos vuelva rutinario,
que lo hagamos distraídamente, movidos tal vez por una urgente necesidad o por
un compromiso social. Podemos preguntarnos qué nos trae en este Domingo a la celebración
de la Eucaristía. ¿Una tradición, una costumbre? ¿Sentir que se nos pide como
una obligación y que faltar a ella nos puede hacer incurrir en pecado?
Esa celebración, así sea
sencilla y pase desapercibida, es siempre una fiesta. Sin embargo, la Iglesia
nos invita hoy a detenernos atentamente a considerar el misterio de la Eucaristía
que con fe celebramos diariamente. La fiesta de la Eucaristía se celebra en la
liturgia del Jueves Santo y del Corpus Christi. - El Jueves Santo se celebra la
institución de la Eucaristía en relación con la Pasión, Muerte y Resurrección.
Aparece más el carácter de sacrificio («cuerpo entregado... sangre derramada»).-
Y el día de Corpus Christi insiste más en la presencia viva y real que se completa
con el homenaje popular y comunitario de la procesión.
Pan y Vino
Estamos ante un elemento
significativo: en el momento de dar a su Iglesia los signos visibles del
memorial, Jesús no escogió ninguno de los elementos típicos de la cena pascual
judía (cordero, hierbas amargas...), sino los elementos más espontáneos de un
banquete: el pan y el vino. De este modo indicaba una cierta ruptura con el
ritual mosaico para enlazar con la base cósmica y antropológica del «fruto de
la tierra y del trabajo del hombre».
Pasaba por encima de la
alianza mosaica para enlazar con la alianza originaria, en la fe de Abraham.
Era, pues, una forma de significar el carácter universalista de su misterio, y
de la Eucaristía que confiaba a su Iglesia. Por otra parte, el pan y el vino
son elementos «elaborados», que piden la reunión de muchos granos de trigo y
muchas uvas, para hacer una nueva unidad que tiene un sentido para el hombre:
¡son su alimento! No es de extrañar que ya la «Didajé» (escrito cristiano del
siglo II d.C.) utilizase esta imagen del «trigo disperso y reunido» para
significar a la Iglesia, fruto de la comunión con el Cristo.
Es una memoria (pasado) y una
celebración (actualidad) que compromete nuestra vida y se hace esperanza
(futuro), pues el retorno del Señor lo tenemos que preparar viviendo -aquí y
ahora- en fraternidad y compartiendo el pan y la paz.
Jesús es el Pan de Vida.
«Si alguno come de este pan
vivirá para siempre». «El pan que yo doy
es mí carne para la vida del mundo». Jesús no rectifica la intención con que
son recibidas sus duras palabras, sino que mantiene su afirmación y la recalca
con más fuerza. Aquí está el anuncio-promesa del Pan de la Eucaristía. Incluso
hace comparación entre este Pan y el Maná: el Pan de Vida -que es Cristo mismo-
supera al pan del desierto (= el Maná), por su duración hasta el final y porque
librará de la muerte.
El Pan de la fraternidad
El rito tiene sentido en el
amor y es la expresión del amor. El Pan eucarístico remite a otro pan:
alimento, trabajo, alegría, etc.. La caridad no anula la justicia, la supera y
la supone. La limosna, la caridad y la beneficencia, no son nunca una
componenda entre la fe y la vida. La justicia tiene sus exigencias diarias. El
Cuerpo de Cristo es comida y principio de vida, como Pan eucarístico, pero sólo
cuando lo precede la fe y todas sus consecuencias. Cuando el Cuerpo total vive
en la justicia y en la caridad, o la busca a pesar de todo, entonces tiene
sentido la Eucaristía que hace la fraternidad. La fiesta de Corpus nos habla de
la manifestación del Señor, pero no solamente en las procesiones por las calles
de nuestras ciudades y pueblos (que está muy bien hacerlo), sino en nuestra
manera de vivir, que debe ser signo de fraternidad, de unidad, de caridad. La
Eucaristía, como nos dice el apóstol San Pablo, exige unidad y fraternidad
entre aquéllos que la celebran.
Relación con la Celebración
eucarística
Celebramos y adoramos no una
cosa, sino a una Persona viva y activa que nos ama, que está presente en medio
de nosotros, para renovarnos en la vida y en el amor. Si la celebración de la
Eucaristía no nos conduce a la fraternidad, a la unidad, a la solidaridad,
podemos afirmar categóricamente que no estamos celebrando la Eucaristía de
Jesús.
¡Esto significa celebrar de
modo pleno el día de «Corpus Christi»!
¡La Eucaristía sólo tiene
sentido en la fe y en el amor fraterno!
Concédenos, Padre de bondad, que
la Eucaristía nos empuje a formar una comunidad donde reine la unidad y la
fraternidad. Que todos nos unamos en los mismos deseos y esfuerzos de
fraternidad y colaboración para que a nadie le falte el pan de cada día.
Que la fiesta de «Corpus
Christi» nos ayude a dejarnos impregnar de lo que significa la presencia real y
salvadora del Señor en el Sacramento del pan y del vino. Que nosotros,
discípulos de la Palabra de Dios, aprendamos en ella que, celebrando la
Eucaristía, damos testimonio de unidad, de fe y de fraternidad. Amén.
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